26. Decisiones

10.6K 1.1K 4.6K
                                    

No sé en qué momento los días de la semana pasaron tan rápido, supongo que la tristeza y el dolor que siento por dentro han sido suficientes para retraerme del mundo exterior y encerrarme en una burbuja de la que sólo puedo salir cuando alguien me llama y tengo que contestar. He intentado actuar con naturalidad para evitar responder preguntas incómodas sobre mi estado de ánimo, pero es difícil fingir una sonrisa cuando por dentro estoy destrozado.

   Es poco el tiempo que llevamos sin vernos, pero el sólo saber que ya nada va a ser igual es suficiente para que sienta encima todo el peso de la realidad. A cada maldito segundo soy consciente de su ausencia y cada cosa que haga, aunque sea mínima como ver una película en el sofá, me recuerda a él.

   Lo único bueno de mi penitencia es que en casa las cosas no han empeorado y eso se debe principalmente a que mis padres están llegando tarde por su trabajo. Un par de veces lo hicieron temprano, pero como la escuela me tiene atiborrado de proyectos finales aprovecho el pretexto y me encierro en mi habitación para poder concentrarme. Nunca creí decir esto pero estoy agradecido de tener algo en lo que ocupar la mente.

   Ojalá fuera por convicción y no por obligación que me estoy volviendo todo un responsable.

   No obstante, el jueves por la tarde las cosas cambian un poco y es que cuando ya me disponía a prepararme para dormir, después de haber terminado todos mis deberes, toques en la puerta de mi habitación interrumpen mi rutina.

   Frunzo el ceño porque sinceramente no sé qué es lo que puedan querer mis padres ahora. He estado portándome bien. Más de lo normal, en realidad. Salgo del Instituto y regreso a casa, limpio mi habitación, lavo los platos y una que otra vez sacudo un poco los muebles. No es como que haga la gran cosa, pero al menos no he desobedecido ni he roto ninguna regla. Esta es la primera vez que me castigan y he sido muy cuidadoso tratando de no empeorar la situación. 

   Dejo mi pijama sobre la cama y me resigno a lo que va a pasar. Tomo el pomo y abro la puerta, y es ahí donde llega la sorpresa, pues quien me mira del otro lado no son mis padres, sino Renjun, que tiene una mini maleta en una mano y su mochila en la otra.

   — ¡Hola extraño! —saluda con una sonrisa y luego me da un abrazo tan fuerte, que termina pegándome con todo su equipaje en la espalda—. Vine a quedarme a dormir.

   — ¿A dormir? —me aparta a un lado para que lo deje pasar y se dirige a mi cama para dejar sus cosas—. ¿Mis padres están allá abajo?

   —Sip, dijeron que la cena iba a estar lista en diez minutos.

   Cierro la puerta y camino hacia donde mi mejor amigo ya está sacando su pijama de ositos azules. No me puedo burlar, en realidad tenemos la misma, la compramos en una convención de videojuegos hace dos años. Tiene mucho que no la usamos, ni siquiera me acuerdo bien donde está la mía.

   —Ren, no creas que no quiero que te quedes, pero te recuerdo que estoy castigado.

   Renjun me ignora y continúa sacando sus cosas. Incluso ha traído su cepillo de dientes.

   — ¿Dónde está tu pijama? Te lo tienes que poner porque nos vamos a tomar una foto para mi Instagram.

   Se dirige hacia mi armario y todavía bajo mi atenta mirada, comienza a rebuscar entre los ganchos de ropa.

   —Renjun...

   — ¡Aquí no está! —cierra el armario de un portazo y me apunta con el dedo de manera acusatoria—. No me digas que ya no la tienes, ¡era algo especial!

   —Creo que está en el buró a lado de la cama, pero oye, deja de ignorarme.

   Y por supuesto que lo vuelve a hacer, pues todavía sin mirarme, se acerca al mueble y abre el cajón, quitando un par de suéteres para dar con el pijama.

Extraño |NoMinWhere stories live. Discover now