9. Girasoles

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Mi madre no estaba mintiendo con eso de levantarse temprano. A las seis de la mañana ya la tengo recién duchada y sonriente en el marco de mi habitación, gritándome que ya son las ocho.

   — ¡Pero si todavía no amanece! —bufo, cubriéndome hasta la cabeza con la cobija, aunque sé que es inútil. Para estas cosas mi madre siempre va a llevar la delantera.

   —El sol está a punto de salir Jaemin, anda, ¡Arriba ya!

   Se acerca a las cortinas, las descorre y abre la ventana. Tira de la colcha hacia arriba y me deja al descubierto, provocando que el frío aire de la mañana recorra mi espalda. Pateo infantilmente el colchón. Todavía no me quiero levantar. Que me de cinco minutos más, por favor.

   —Esto es cruel —susurró, aferrándome con fuerza a la idea de que es posible darle lastima a mi propia madre. El reloj digital en la pared se ríe de mí, marcando de manera cruel la hora. ¡Es tan temprano!—. Déjame cinco minutos más.

   —De ninguna manera —y para reafirmar su dura posición, abre el armario y escoge la ropa por mí—. ¡Arriba!

   Vuelve a repetir y yo a gruñir. No quiero levantarme temprano y menos en domingo, pero el entusiasmo y energía de mi madre no va a terminarse hasta que me vea arriba del auto, listo para comer las porquerías que el tío Donghae decida poner en mi plato.

   Con un poco de alivio veo que está a punto de irse, pero antes de hacerlo gira sobre sus talones y me sonríe de oreja a oreja. A veces no sé si tiene ganas de darme una buena noticia o la confesión de un asesinato.

   —Hijo por favor levanta a Jeno. Los quiero a ambos en diez minutos en el recibidor, ¿de acuerdo?

   Y después se va, dando saltitos vehementes por el pasillo, sin esperar una respuesta, porque es claro que da por hecho que le voy a hacer caso. No sé a ciencia cierta qué es lo que le emociona a mi madre de visitar al tío Hae, pero sin duda debe ser por algo sumamente grande para tenerla tan llena de optimismo desde las seis de la mañana.

   Bostezo y estiro los brazos a cada lado de mi cuerpo, resignado a que voy que abandonar mi cama para enfrentarme al agua helada de la ducha (si es que quiero despertarme y no andar como un zombi durante todo el día). Entierro la cara en la almohada y suspiro, buscando un poco de impulso, consuelo o lo que sea que pueda darme apoyo moral. Tengo que levantarme ya sino quiero que mi madre vuelva y me saque de la cama con la aspiradora.

   Con la vista todavía borrosa, me rasco el pecho y bostezo una vez más. No es como que me hubiera dormido muy tarde, pero de saber que mi madre no mentía con lo de despertarse temprano, aun con visitas, habría tomado mis precauciones.

   Estiro la mano y busco a tientas mi celular que está del otro lado de la cama. He adquirido la mala costumbre de revisar mis redes sociales antes de empezar el día. Lo desbloqueo y reviso mi Instragram, para ver si hay alguna novedad de la cual deba enterarme, y casi de inmediato me encuentro con dos fotos; una de Jisung y Chenle en la playa, y otra de Renjun, sosteniendo dos conos de helado.

   Le hago zoom a la foto y descubro que me estoy equivocando. Al parecer Renjun no está solo; una mano efectivamente pertenece a la de mi amigo, pues es diminuta y tiene puesta la pulsera roja que le regalé en navidad y que no se ha quitado desde entonces, pero la otra, no es de él, porque luce más grande, además de que está cubierta por anillos negros y en la muñeca, tiene una pulsera de picos que mi mejor amigo nunca usaría en su vida.

   ¿Con quién salió Renjun? No tengo idea. Después de mi actitud de los últimos días decidió buscar a alguien que no lo observara con los ojos entornados cada vez que dice o hace algo.

Extraño |NoMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora