5. Llamada

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Contrario a lo que pensaba, Jeno no es lo que podría categorizarse como un sujeto "aburrido" o severamente "serio". Durante la cena, se la pasó hablando con mis padres sobre política, economía y otros temas de interés que se supone que a los chicos de nuestra edad no les importan (aunque en secreto a mi sí), y por la forma en como asintieron y le dieron la razón la mayoría de las veces, deduzco que les cayó bien.

   Francamente no estoy muy seguro de sí debería preocuparme por eso.

   Terminamos lavando los platos, porque se ha ofrecido una docena de veces a hacerlo a pesar de las negaciones de mi madre por ser el invitado, y es ahí cuando un profundo y marcado silencio nos envuelve. Aunque, dadas las circunstancias, ya no sé si es incómodo o no.

   Y es que, ni en mis sueños más locos imaginé que un día me encontraría de esta manera; en mi cocina, pasando una esponja con espuma por un plato, para después dárselo a Jeno. Todo parece tan irreal y absurdo que cuesta creerlo. Pero creo que no me va a servir de nada negar lo que ya está sucediendo. Sospecho que ir en contra de la realidad, sólo me va a traer más problemas.

   Debo intentar relajarme y dejar que las cosas por más estúpidas que parezcan, fluyan. Si es que todavía quiero mantener un poco de mi cordura.

   —Tus padres me agradan —Jeno dice muy de repente, tal vez cansado del silencio o de mi actitud, o de cualquier cosa que pueda llegar a hacerlo sentir incómodo—. Son muy respetuosos y tolerantes, a la mayoría de los adultos no les interesa escuchar la opinión de los jóvenes en temas serios.

   —Su trabajo los obliga a relacionarse con muchas personas —me encojo de hombros y hago una mueca disgustada al ver como un pedazo de pasta se ha metido debajo de mis uñas. Por estar divagando, olvidé por completo ponerme los malditos guantes—. No pueden mantener una mentalidad cerrada. Eso les traería problemas.

   —Es un buen punto.

   Y nos volvemos a quedar en silencio.

   Es un poco ridículo y puede que hasta contradictorio, pero de repente tengo ganas de que vuelva a decirme cualquier cosa. Renjun me tiene acostumbrado a escucharlo hablar por horas, a veces ininterrumpidas. El silencio en esta situación me hace sentir más incómodo que de costumbre. 

   —No estoy seguro de que ese plato estuviera tan sucio, esta es la quinta vez que lo enjuagas.

   Sus palabras me suenan lejanas y ajenas, lo que me da a entender que una vez más, me he perdido en mis propios pensamientos. Dirijo la vista hacia el plato para comprobarlo y me doy cuenta de que efectivamente lo he dejado más tiempo del necesario bajo el chorro de agua.

   —Lo s-siento —reconozco, sintiéndome como un estúpido. Quisiera tener el control de la situación y pasar de Jeno como alguien normal haría con un extraño. Pero tantas cosas en la cabeza acompañadas de sentimientos horribles como el remordimiento, sólo me están traicionando.

   —Yo sé que no es mi asunto, pero quisiera saber en qué piensas cada vez que te pierdes de esa manera.

   ¿En que pienso? Pues en todo y nada. En lo grandioso que sería decirle a Renjun lo que sucede para que mi conciencia deje de joderme la existencia. O en lo bueno que se volvería que dejaras de hablarme como si pudiéramos llegar a ser los mejores amigos del mundo.

   —En nada. Así soy a veces.

   Bueno, no puedo ser tan sincero, de todas formas.

   —Eso no es verdad —Jeno deja de secar el plato y me mira con el ceño fruncido—. Cuando estas con Renjun no dejas de reír ni de hablar sobre cualquier cosa por horas.

Extraño |NoMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora