Día 1

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Snape fue quien los hizo pasar. Sujetaba a uno del brazo, con un agarre certero, como garras sobre la túnica, al otro lo empujaba desde la parte alta de la espalda. Ninguno podía escaquearse bajo su guía.

Los soltó en cuanto entraron al aula abandonada. Ambos bufaron, se dirigieron miradas desagradables y se apartaron tanto como les era posible del camino del contrario; Potter recargándose en un escritorio destartalado que amenazaba con venirse abajo al menor peso, Malfoy presionando la espalda contra una pared, llevándose una mano, cada poco tiempo, al pómulo hinchado, que bajaba segundo tras segundo, por un encantamiento que le aplicó.

Uno lucía como un león enjaulado, que contenía el gruñido en la garganta.

El otro era una serpiente recién lastimada, exhibiendo los colmillos desde su sitio, amenazante, en caso de que tuviese que atacar de nuevo.

El profesor podía decirles cómo era de irresponsable, imprudente e inmaduro, que por culpa de una de sus disputas a mitad del corredor, Weasley estuviese en la enfermería, con una combinación de petrificus totalus y piernas de gelatina, arrojadas al mismo tiempo, que lo afectaron como daño colateral por estar atravesado; ni siquiera Pomfrey estaba segura de cómo regresarlo a la normalidad. Pero McGonagall ya les había dejado en claro ese punto.

Podía decirles que estarían castigados hasta nuevo aviso, que debían considerar más sus acciones, usar las cabezas. Que se les descontarían puntos. Pero Dumbledore ya lo había hecho (incluso si todos sabían que luego haría al niño-que-vivió recuperar los puntos perdidos de Gryffindor).

Podía decirle a Potter lo insolente que era, egoísta, imbécil, luego reprender a su ahijado en privado, por haberse dejado golpear por el Weasley en la mejilla, antes de tener tiempo de lanzarle una maldición. Pero ya le había dicho a Potter dos veces ese día lo imbécil que era -comprobando que no surtía ningún efecto dentro de su cabeza despeinada y hueca- y el niño Malfoy haría un berrinche, que no estaba de humor para tolerar.

En cambio, lo que dijo, acompañado de un movimiento de varita y atrayendo la atención de ambos, fue un:

Explayade.

La silueta blanca azulada, similar a la contextura de un patronus, se formó en el centro del aula. Lucía como una muchachita de la misma edad que los dos estudiantes problemáticos, aunque de facciones desdibujadas.

—Ella es Miri —La figura saludó con gestos amplios, moviendo cabeza y brazos—, será su mediadora.

Aunque fue pensado para que McGonagall, Dumbledore y él se pusiesen de acuerdo en el castigo, sin que tuviese que aceptar una desventaja para su ahijado y un favorecimiento al mocoso de Lily, consideraba que era una de las mejores ideas que había tenido. O que estaban muy desesperados.

—Cada día, en el momento que sea, ustedes dos vendrán a esta misma aula. Se sentarán frente a frente, Miri estará en el medio, y se dirán tres cosas. Tres cosas sobre ustedes, sobre sus vidas, lo que hacen, lo que no, cosas que todos saben o que no le cuentan a nadie. Si se les ocurre hacerse los listos —Miró a uno, después al otro, pero inevitablemente, sus ojos entrecerrados se fijaron más en el Gryffindor, que se percató y resopló, cruzado de brazos. Tal vez tendría que decirle lo imbécil que era por tercera vez, sólo para estar seguros de que no se le iba a olvidar—, quiero que sepan que Miri mandará una señal a Dumbledore y McGonagall, para que vengan a separarlos de su pelea y les apliquen castigos más severos, según corresponda. Y hemos sopesado la posibilidad de dejarlos sin Quidditch. A los dos. Hasta el final del año.

Podía sentir los ojos incrédulos de Draco sobre él, igual que una aguja indolora clavada en el rostro. Algún día, entendería que era por su bien. Quizás.

—Si piensan en faltar, el encantamiento sobre el aula me avisará que no llegaron ese día y se tomarán las mismas medidas que si los hubiésemos encontrado peleándose otra vez. Si pretenden salir antes de tiempo o sin completar su tarea, la puerta tendrá una barrera para impedirlo. Si el otro no ha completado su tarea y ustedes sí, la barrera seguirá ahí. Hagan algo a la barrera y Miri también nos avisará —Puntualizó, despacio, medido—. Hagan algo a Miri y lo sabré. Sus conversaciones no serán escritas, ni grabadas de ningún modo, pero Miri tiene la capacidad de detectar signos de pelea y cualquier agresión, y les dará sólo una advertencia. Luego nos llamará. Si no quieren abandonar el Quidditch hasta nuevo aviso, les recomiendo que se sienten, ya mismo, y empiecen, para que podamos irnos todos de aquí.

Ninguno se movió. Malfoy tenía los ojos entrecerrados, Potter seguía cruzado de brazos.

—Draco —Le siseó—, comienza tú.

Su expresión parecía advertir que estaba por replicar y dar inicio a otra absurda disputa ahí, que tendría que cortar mandándolo a callar o empeorando el castigo. Sin embargo, fiel a los principios cautelosos de un Slytherin y lo que le había enseñado por años, se contuvo. Tomó una profunda bocanada de aire, se forzó a relajar la postura, y habló con la mirada puesta en Miri y en él. Su voz perfectamente nivelada, monótona.

—Me llamo Draco Malfoy —Miri asintió y el profesor también. Astuto. Comenzaría por las obviedades—. Soy de la Casa de Salazar Slytherin. Tengo ojos grises.

—Eso no cuenta —Saltó Potter, frunciendo el ceño al observarlos a los tres, sin orden alguno. Vaciló—. ¿Eso cuenta?

—Sí, me parece que sí —Contestó Miri, con suavidad—, ha dicho tres cosas sobre él.

—Tu turno, Potter —Masculló Snape, para apresurarlos.

—Pues...me llamo Harry Potter —Padrino y ahijado rodaron los ojos a la vez. Él no debió notarlo—. Soy de Gryffindor. Mis ojos se parecen a los de mi mamá.

—Qué original —Draco arrastró las palabras, ganándose un resoplido del otro.

—Vete a la mierda, Malfoy.

—¡Advertencia de pelea! —Miri los hizo brincar a los dos— ¡no pueden hablarse así! Hágalo de nuevo y se llamará a su Jefa de Casa, señor Potter.

Potter bufó, girando el rostro. Malfoy le pasó por un lado con la barbilla en alto cuando salió del salón.

Snape consideró que pudo ir peor.

/Dejo aquí una pequeña advertencia sobre la historia:

Esto no es un slowburn. Es un súper lento slow burn.

(Pero no más lento que Luz de luna, si les sirve de consuelo, jAJAJA)

Un día a la vezWhere stories live. Discover now