No es un hurón

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—Cuando me dijiste "ya sé qué quiero por la ayuda con Umbridge" —Mencionó Harry, despacio, en voz baja, para no romper el ambiente tranquilo de la Sala de los Menesteres—, nunca se me ocurrió que fuese esto.

—¿Entonces qué pensabas que querría de ti, Potty-Potty? —A pesar de que arqueaba las cejas, sus ojos permanecían fijos al frente, en la silueta brillante y sin forma que materializaba desde la punta de la varita.

—No sé —Reconoció, sin dejarse alterar demasiado por el tono ligeramente sugerente—. Sólo...no pensé que te interesase tanto.

—Es magia avanzada y nunca he conseguido hacerla, claro que me interesa —Simuló fruncirle el ceño, él rodó los ojos, y lo vio ejecutar otro intento sin éxito.

La Sala era sólo para ellos por esa tarde, lo que explicaba que Draco estuviese en el centro, erguido, concentrado. Había dejado la túnica doblada sobre el respaldar de una de las sillas dispersas y aflojado el nudo de la corbata; nunca lo vio llevar a cabo ni lo uno, ni lo otro, cuando estaba presente en una reunión del E. D. en ese mismo lugar. Suponía que era una de esas cosas que no haría frente a cualquiera.

No quería admitir que le agradaba que pudiese relajarse tanto a su alrededor. Al menos Harry, sentado en el alféizar de la ventana al paisaje mágico y bebiendo una cerveza de mantequilla, de esas que el Slytherin conseguía pagándole a estudiantes mayores, se sentía bastante tranquilo. No estaba mal saber que no era el único.

Ni el siguiente intento, ni el que vino después, lograron algo más que la silueta sin forma y brillante. Bastaría para repeler un Dementor, pero Draco había sido claro al respecto; quería su estúpido animal, quería que enviase mensajes por él y lo quería ya, en sus propias palabras.

—¿Qué recuerdo estás usando? —El enfurruñado chico lo observó con el ceño fruncido y el labio inferior sobresaliendo. Tuvo que soltar un bufido de risa, para disimular lo que esa imagen le causaba. Sí, era mejor reír que sentir que se derretía ahí mismo; lo segundo sería absurdo.

—Uno bueno.

Harry rodó los ojos por ese tono que no invitaba a indagar más. Para su suerte o pesar, era curioso por naturaleza, así que se puso de pie cuando lo vio retomar la práctica.

—Tal vez no sea uno lo suficientemente fuerte.

Su postura era perfecta, la floritura adecuada, la pronunciación del hechizo tenía la entonación correcta. A él simplemente no le salía.

—Es el mejor que se me ocurre —Insistió, quejumbroso, cuando Harry se posicionó detrás de su espalda. Por el ángulo, podía verlo trazar la floritura en el aire al intentarlo, otra vez.

—Tranquilo —Llevó las manos a sus hombros, sin pensar, dándole un leve apretón—, lo estás haciendo bien, pero no te puedes forzar. Cuando tenga que salir, lo hará solo. Es muy sencillo.

Draco bufó y giró el rostro hacia él.

—Sí, lo dice alguien que-

Se calló. Harry levantó un poco las cejas, una sonrisa a medio formar bailaba en sus labios.

Lento, deslizó las manos hacia sus hombros. Cuidadoso, tentativo. Si le hubiese dicho que se quitase o hubiese hecho cualquier gesto para indicarle que quería que lo soltase, habría dado un paso hacia atrás sin dudar y no habría insistido nunca más.

Pero él no lo hizo.

—Tienes que usar el recuerdo más feliz que tengas —Susurró, la barbilla casi apoyada sobre uno de sus hombros. Le sujetó el codo del brazo que tenía la varita, reacomodó su postura, dedos rozando la piel del antebrazo, por debajo de la camisa arremangada. Estaban tan cerca que la espalda de Draco quedaba contra su pecho, una ligera presión, los músculos tensos que se relajaban despacio, por la familiaridad del contacto—, ese que te alegraría cuando fuese, donde fuese. Tienes que dejar que el recuerdo se convierta en el hechizo.

—No es fácil —Al estirarse desde atrás, Harry alcanzó su muñeca, para sostener la varita como debía. Le acarició el dorso de la mano, de forma inconsciente, con las yemas, y enlazó sus dedos en un agarre flojo. Draco lo miraba, su brazo permanecía alzado gracias al Gryffindor—, oí- que los escudos de oclumancia siempre dificultan procesos como este.

Harry también lo veía a los ojos cuando habló.

—Sé que puedes hacerlo.

Tan cerca. Sus respiraciones pausadas se mezclaban, titubeantes, como si exhalar con brusquedad pudiese arruinar el momento. El cuerpo le cosquilleaba en cada punto donde tenía un mínimo de contacto con el Slytherin; si él se sentía igual, apenas podía entender cómo era que no temblaba por esa emoción cálida que lo inundaba por dentro.

—Pero ya-

—Draco —Por un instante, no hizo más que boquear. Merlín. ¿Era normal que alguien se viese así cuando se desorientaba?—, puedes hacerlo. Sólo necesitas algo muy, muy feliz.

Él vaciló, sólo por un instante.

—¿Qué puede ser tan feliz?

Sus dedos aún estaban unidos, sus cuerpos uno pegado al otro. Harry estaba por contestarle, cuando se dio cuenta de que era todo lo que abarcaban sus pupilas.

Y entendió.

Con cuidado de no alarmarlo, llevó su mano libre a una de sus mejillas. Draco permaneció quieto bajo el contacto.

—¿Puedes cerrar los ojos un momento?

No necesitaba decirle nada. Comprendía, de la misma manera en que parecía que, en algún punto, había aprendido a identificar sus reacciones, tan bien como sucedía al revés.

Si no lo haces, quería decirle, entenderé.

Si no lo haces, pensaba, yo tampoco haré nada y entenderé.

Draco cerró los ojos. Allí estaba, de pie, una mano dividiéndose entre sostener la suya y no soltar la varita, el rostro girado, el cuerpo medio recargado en su pecho.

Nunca había visto nada mejor.

Repasó el contorno de su rostro con el pulgar, le sujetó la barbilla. Probó sus labios despacio, un contacto ligero, un simple roce. No supo quién se inclinó más cerca, ni quién ladeó un poco la cabeza; después era un beso en toda regla, profundizándose con movimientos tímidos, exploratorios.

El encantamiento terminó de formularse a partir de la silueta que ya estaba frente a ambos. El resplandor no fue lo que los apartó, sino la repentina falta de aire. Ambos giraron la cabeza, igual de aturdidos.

—Bueno —Harry se rio, sin aliento—, no es un hurón.

Lo oyó emitir un débil quejido y volvió a observarlo. Tenía los pómulos teñidos de un leve tinte rosa, los labios húmedos. Cuando se fijó, le fruncía el ceño en señal de protesta, pero sus ojos aún brillaban.

—Por supuesto que no iba a serlo —Estaba por replicar, cuando Draco se dio la vuelta, llevó su otra mano a la parte posterior de su cabeza y tiró. Lo siguiente que sabría era que unos dedos delgados se enredaban en su cabello, unos labios presionaban los suyos. Harry sólo atinaba a rodearlo con los brazos, manteniéndolo cerca, sin prestar atención al pavo real albino que osciló por la sala, hasta desvanecerse.






Hubo momentos, mientras escribía, en que creí que estos dos jamás llegarían a nada sin que los empujasen, jAJAJA. 

La verdad es que quería tomarme el tiempo de subir estos tres de golpe hoy, porque no sé si me dé tiempo de actualizar esta historia durante el fin de semana. No quiero dejar a los lectores de Luz de Luna sin capítulo (peronisiquieraheabiertoelarchivocorrespondientelosientoséquesoyunadesgraciaparaelmundo), además de que tenía ganas de acomodarlos bien para no tardar tanto con los siguientes, y que nadie sufra ataques cardíacos en cuanto los chicos estén...en problemas ¿?

Además, ¡tengo una sorpresa para los lectores de esa historia! Con suerte, también la subiré este fin de semana ;)

Así que, como sabía que el beso venía, aproveché de dejarlo aquí, por si acaso xdxd

Para que vean que los amo xd ¿?

Un día a la vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora