Mis amigos son tus amigos (¿o no?)

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—...a pesar de que tenemos el E. D. para ayudarnos con los TIMO's de Defensa —Hermione se inclinaba por encima de la mesa, instalada en la Sala de los Menesteres, para la ocasión—, todavía nos quedan un montón de materias que necesitan ser repasadas para...

El resoplido de risa fue de parte de los Slytherin en las sillas contrarias.

—¿Ella siempre es así? —Pansy se estiró hacia él para preguntar. Harry asintió, sacándole un silbido apreciativo—. Pues...vaya.

Tres Gryffindor, tres Slytherin. La Sala se asemejaba a una biblioteca por su necesidad de prepararse para los exámenes y el que no pudiesen reunirse fuera, sin desacatar a Umbridge y lidiar con algunos castigos del todo innecesarios.

Ron se recargaba en la mesa, bostezando sin cuidado. Hermione intentaba hacerles comprender la importancia de estudiar con tiempo suficiente. Frente a ellos, Blaise simulaba escuchar, con tal expresión de interés, que él no habría tenido idea de que era falso, si Draco no le hubiese contado una vez que tenía dicha habilidad de hacer parecer que le importaban las cosas aburridas de las que otros hablaban.

El propio Draco lo observaba a él directamente, con las cejas arqueadas. Bien, había sido su idea, así que supuso que era quien tenía que asegurar que funcionase.

Mientras comían panecillos y le leía en voz alta un cuento sobre magos que cometían errores en hechizos, con resultados muy divertidos, la noche en que tuvo pesadillas que no podía recordar, Harry llegó a esa conclusión inevitable de que quería que Draco Malfoy fuese su novio, en toda regla. Ahí se le ocurrió que tendría que hacer algo respecto a sus amigos. Si no quería tener que dejar la mesa de Gryffindor por él, o no volver a pasar tiempo dentro de la Sala Común, era lo único que podía intentar.

Por suerte, Hermione había estado encantada cuando le propuso estudiar juntos y Ron se encogió de hombros, diciéndole que "estudiar" sonaba a una buena excusa. Pansy lucía más que divertida con la situación, Blaise era tan tranquilo como aparentaba a simple vista.

—Yo puedo decirles algunas cosas de Pociones que mi padrino no le cuenta a nadie —Comentó Draco, con medido desinterés, ganándose varias miradas incrédulas, incluso de sus amigos. Él se encogió de hombros, en respuesta a la pregunta no formulada de Harry, que luego sonrió.

—Yo sé de Herbología —Los Gryffindor observaron a Pansy con varios grados de sorpresa, sacándole otro bufido de risa—. No se llega a Prefecta en Slytherin por agradarle al Jefe de Casa, ¿saben?

—En Gryffindor no...—Hermione calló a mitad de su intento de defensa y desvió la mirada hacia Ron. La insignia de Prefecto ocupaba un espacio predeterminado en su pecho. Suspiró—. Olvídenlo.

—¿Qué estás queriendo decir con eso? —Inquirió Ron, ceñudo—. ¿Por qué me ves así, Mione?

—Si alguno tiene una pregunta —Hermione fingió no escucharlo—, puede decírsela al resto. Vamos a trabajar por materias, para ser más ordenados...

Media hora después, tenían su primer descanso, a petición de un quejumbroso Ron que hizo aparecer bocadillos pidiéndolos a la Sala. Harry se levantó para estirarse, robó un panecillo, y sonrió de nuevo, al ver que Draco se inclinaba hacia un lado de Hermione, señalándole el párrafo de un libro de Aritmancia y hablándole sobre el tema. Al principio, estaba bastante tenso, se notaba que hacía un esfuerzo por mantenerse ahí, quieto, en su silla; tras un rato y algunos intercambios de datos al azar, lucía tan dentro de su ambiente, como si estuviesen metidos en el laboratorio de Pociones.

Unos pasos lo distanciaban de la mesa principal en la réplica de la biblioteca, cuando una vocecita llamó a su nombre. De pronto, Pansy Parkinson estaba frente a él, manos unidas tras la espalda, balanceándose sobre los pies, una sonrisita.

—Harry, ¿puedo llamarte Harry? —Él asintió, aturdido—. Harry, quiero hablar contigo.

Por reflejo, echó una ojeada en dirección a donde estaba Draco. Parecía absorto en su plática sobre tablas y números.

—¿Sobre qué? —Habló en voz baja, sin darse cuenta.

—Adivinaste —Ella cabeceó en la dirección en que acababa de mirar—. Sobre Draco.

Al volver a ver alrededor, notó que Blaise le pedía un panecillo a Ron, Hermione hacía levitar otro libro de la materia, para resolver lo que fuese que Draco le planteaba con gesto serio.

Resopló.

—¿Qué pasa con Draco?

Eso quiero saber —Asintió, despacio—. Verás, disculpa mi curiosidad, pero...no, no tengo que pedir disculpas por esto en realidad. Es mi mejor amigo, exijo saber, bueno, esto —Lo abarcó de pies a cabeza con un gesto, luego apuntó en la dirección del chico, con la misma mano—. ¿Qué pasa, exactamente, aquí?

Harry inhaló profundo y lo soltó sin vacilar.

—Me gusta Draco.

—¿Como de atracción? —Ella empezó a darse toques con el índice sobre la mejilla— ¿como de "quiero verlo un par de veces y decirle adiós"? ¿Como de "me gusta estar con él, pero lo dejaré apenas se pongan difíciles las cosas"?

El Gryffindor sonrió. Pansy parpadeó, descolocada.

—Me gusta como para escucharlo hablar de La noche estrellada del pintor al que le falta una oreja y abrazarlo cuando parece dudar sobre algo.

Tras un momento, la chica asintió, lento, un par de veces. Le palmeó la mejilla al pasarle por un lado, con sólo un poco más de fuerza de la necesaria.

—Encantador —La escuchó decir, al alejarse—, los Gryffindor simplemente saben ser encantadores en su estupidez.

Harry aún no regresaba a su asiento, cuando se percató de que Blaise, recargado en la mesa secundaria, le tendía un panecillo. Agradeció al tomarlo. Le estaba dando una mordida, cuando sintió el ligero apretón en su hombro.

—Sólo quería mencionarte que si lastimas a un Sly, tienes que lidiar con la mordida después —Blaise se apartó también, manteniendo esa expresión calmada y el andar grácil, oscilante en la cadera, que hacía difícil dejar de mirarlo. Al menos, cuando no estabas tan confundido como Harry Potter.

Un par de horas más tarde, al terminar y tomar direcciones diferentes, deslizaría una de sus manos hacia la de Draco, sin entrelazar los dedos más que con un agarre flojo, casi limitándose a rozarlos. Él lo miraba de reojo y lo dejaba hacer, al caminar por el pasillo que daba con la Sala de los Menesteres.

—¿Puedes creer que Granger me pidió que no te hiciese daño? —Inquirió Draco, con el entrecejo arrugado. Chasqueó la lengua—. Y la Comadreja me dijo que soy un cretino insoportable. Pero si te hago feliz, podría ser un cretino soportable.

Harry parpadeó. Al comprender el verdadero resultado de esa tarde, se echó a reír, incapaz de explicarle al otro chico por qué.

Un día a la vezWhere stories live. Discover now