Día 70

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—...ella quería averiguar a dónde voy todas las tardes, cuando no estoy en las mazmorras ni haciendo mis rondas de la Brigada por ahí.

—¿Hm? —Harry estaba adormilado, producto del jazz que oía desde el auricular que le correspondía y unos dedos enterrados en su cabello, así que se tomó unos segundos para hilar los pensamientos, conectándolos entre sí— ¿y qué le...? Oye, ¿qué estás haciendo?

De repente, parte del sueño se disipaba por una abrupta alarma encendida en alguna parte de su cabeza. Draco se había arrastrado con manos y rodillas sobre la manta, y tendido a medias sobre él. Literalmente. La cabeza rubia quedó sobre su pecho, cuando el Slytherin soltó una exhalación relajada. Harry, recostado encima de la tela, se tensó un instante, mientras recordaba cómo solucionar el tener la respiración atascada en la garganta.

—Me tiro sobre ti y te uso de almohada —Respondió, con calma y en voz baja—, ¿no es obvio?

Le hubiese gustado tener una réplica irónica en la punta de la lengua, pero a decir verdad, no encontraba molestia dentro de sí para quejarse al respecto. Merlín, ¿lo que olía así de bien era su cabello?

—¿Qué acondicionador usas? —Se reacomodó, atrapado contra la manta por el peso sobre él, y llevó una mano a su cabeza. Como no opuso resistencia, empezó a jugar con uno de los mechones, que se le deslizaban entre los dedos, con la misma facilidad que el agua.

—Uno demasiado fino para ti —Se burló, ahogando un quejido cuando Harry contestó dándole un tirón sin fuerza en el cabello—. Oh, vamos, Potty, tranquilo. Es natural que ames mi cabello, todos lo- ¡oye! —Protestó, más insistente, al segundo jalón. Cuando flexionó los codos y dobló los brazos sobre su pecho, alzándose lo justo para volver a estar cara a cara, Harry fingió no tener idea de lo recién ocurrido—. Ya déjalo.

Draco lo señaló con un dedo acusador. Él sonrió y volvió a tirar de un mechón, sin fuerza, ganándose un resoplido y un manotazo en la muñeca. Ya que se detuvo, el Slytherin lo dejó mantener la mano sobre su cabello, donde enterró los dedos e intentó imitar los movimientos circulares y lentos que él hacía; no estaba seguro de si funcionaba, hasta que lo escuchó soltar un ligero sonido satisfecho, para después recargarse contra la palma de su mano.

—Te decía que Umbridge sospechó como por medio segundo de mí —Siguió, con voz pausada. Por la manera en que sus pestañas aleteaban y lo observaba con los ojos entrecerrados, supuso que no era el único que se adormecía con las caricias—. Ahora cree que te estoy vigilando para ella o algo así.

—Es bastante estúpida, ¿no?

—Es muy crédula...—Hizo una pausa, en la que el ruidito complacido se repitió. A Harry le hizo gracia compararlo con un gato—. Pero piensa que tiene algunas pistas de lo que están haciendo, deberían ser más cuidadosos al entrar y salir. Los chicos y yo no podemos cubrirlos las veinticuatro horas del día cada vez que se reúnen.

—Lo sé. Gracias por no dejar que arrastrasen a Neville el otro día —Draco rodó los ojos y lo ignoró. En la última reunión, Neville se tropezó con una armadura a mitad del pasillo, el grupo de Gryffindor que lo acompañaba entró a la Sala deprisa y la puerta se cerró, antes de que lo hubiesen alcanzado. El pobre sólo atinó a balbucear. Habría sido sometido a uno de los castigos de Umbridge, si Parkinson no hubiese ido por Malfoy, que dijo que se encargaría. Lo único que hizo fue darle un manotazo en la parte posterior de la cabeza y hacerlo pasar a la sala, en cuanto la puerta estuvo disponible de nuevo.

Él, por supuesto, no dejaba que nadie lo mencionase y mucho menos había aceptado cualquier tipo de agradecimiento. Cuando hizo la insinuación de hablarle del tema, Draco le espetó que no ayudaba a idiotas Gryffindors. Harry simuló creerle.

—Sé que eres bueno, en alguna parte dentro de ti —Le pinchó la mejilla con el índice de la otra mano, arrancándole un quejido que era silenciado de inmediato con la continuación de las caricias en la cabeza. Aparentemente, había dado con su punto débil—, muy, muy, muy en el fondo, debajo de todo ese...egocentrismo y tus momentos de idiotez.

Draco esbozó una sonrisa floja, todavía con los ojos entrecerrados.

—Estás muy equivocado. Los Malfoy somos malos, ya te lo he dicho —Harry emitió un vago sonido de acuerdo, con su mejor expresión de solemnidad.

—Bien, ya que eres una mente siniestra...—Vaciló. El titubeo fue lo que capturó por completo la atención de Malfoy, que cambió su punto de apoyo y levantó un brazo, colocando su mano sobre la de él.

—¿Qué te pasa? —Más alerta también, estrechó los ojos—. No —Se corrigió, despacio—, ¿qué vas a pedirme? Esa es la pregunta, ¿cierto?

Harry intentó imitar la sonrisa de falsa inocencia que él tenía, pero no creía haberlo conseguido con el mismo efecto. Optó por la sinceridad.

—Quiero hablar con Padfoot, sólo un rato, y el correo está demasiado intervenido y es riesgoso, y-

Draco lo interrumpió con un débil quejido. Para hacerlo más fácil, le había explicado acerca de los sobrenombres el mismo día en que le habló de los Merodeadores por primera vez.

—El único correo que sale sin ser revisado es de la cara de sapo —Meneó la cabeza. Harry se relamió los labios, buscando las palabras exactas para lo que intentaba pedir; no se percató de que el Slytherin desviaba su mirada un instante y se fijaba en el gesto.

—¿Y si pudiese...hablarle por una chimenea?

Lo comprendió enseguida y empezó a negar.

—No puedes sólo meterte a su oficina y utilizar su chimenea, Potter. ¿Tienes idea de cuántos escudos tiene, barreras, hechizos, trampas...?

—Yo no puedo —Aceptó, con un asentimiento—, pero tú sí.

—Merlín —Exhaló, haciendo ademán de levantarse. Harry se apresuró a sostener sus brazos y jalar, lo que causó que volviese a quedar sobre su pecho, con otra débil protesta. Se retorció sin fuerza, más insistente con los pucheros que los falsos intentos de huida—. No me hagas esto. Te estoy diciendo que no, necesito distancia para pensar bien...

Harry sonrió, sin saber por qué. Un calorcillo agradable se le instaba en el vientre y cosquilleaba, a medida que deslizaba las manos sobre sus brazos, reteniéndolo justo ahí.

Bueno, si en algo tenía razón, era en lo complicado de hablar con unos ojos grises tan cerca, el olor del dichoso acondicionador y las respiraciones a punto de mezclarse.

—¿Por favor?

Draco puso su mejor ceño fruncido, incluso cuando él ladeaba la cabeza y fingía una expresión suplicante. Tras un momento en silencio, el Slytherin suspiró, dejó caer los hombros y volvió a acomodarse, recostado encima de él. Harry no habría sabido cómo explicar que eso, de por sí, lo consideraba una pequeña y absurda victoria.

—¿Qué voy a obtener a cambio?

—¿Mi agradecimiento? —Draco bufó.

—No hago nada con tu agradecimiento, Potty.

—Bien, ¿entonces qué quieres ahora?

Por un instante, se mordió el labio inferior y observó su boca. A Harry lo recorrió un estremecimiento cuando tuvo que tragar en seco. Pero él había usado la oportunidad que le dio su despiste, para soltarse por completo y sentarse a un lado, con una expresión más pensativa.

—Déjame que lo piense un poco —Musitó, después lo apuntó—, pero si hago esto por ti, cuando decida lo que quiero, no te podrás negar.

Estaba seguro de que tendría que haber sido advertido por un mal presentimiento; sin embargo, no lo sintió.

Un día a la vezWhere stories live. Discover now