Día 9

30.4K 4.5K 1K
                                    

—La barba de Dumbledore me da risa —Harry se encogió un poco, con aires de culpabilidad—. Igual que sus trajecitos brillantes y de pijamas.

—Como a todos —Le concedió Draco, seguido de un gesto que podía ser interpretado como un "más o menos". Él asintió y consideró mejor lo que diría después.

Pasada la no-muy-entretenida temática de las clases (¿qué materia se te da mejor? ¿Por qué esta materia te gusta más? ¿Cambiarías algo de una materia?) con todos sus derivados, aplicada en los últimos dos días, volvían a quedarse sin ideas. Harry estaba casi seguro de que le había dicho todo lo que era de conocimiento general entre sus compañeros de Gryffindor.

—No soporto los espacios cerrados —Mencionó, más lento, más bajo. Estaba inclinado hacia él, los codos recargados en las rodillas; no veía a Miri, sino a Malfoy. Quería pensar que no se delataría demasiado, que no se notaría que le afectaba, si lo hacía así—. Solía vivir con mis tíos y mi primo. Muggles.

Contrario a lo que creyó, Draco asintió despacio, como si lo tuviese que asimilar por unos segundos. Luego se reclinó en el respaldar del asiento. Dejó de girar el anillo Malfoy en su anular, cuando habló.

—Odio a los semigigantes.

Harry rodó los ojos, enderezándose con un bufido.

—Pensé que sólo eran imaginaciones mías...

Él estrechó los ojos. Hubo algo en su expresión, en la manera en que llevó a cabo el gesto, que silenció cualquier réplica que pudiese idear. Todavía sonaba calmado cuando continuó, aunque Harry no habría sabido explicarse cómo se mantenía así.

—Cuando tenía cinco años, me secuestraron a la salida de la casa de un socio de mi padre —Volvía a hacer girar el anillo, los tintineos convirtiéndose en el único sonido diferente a su voz, en el aula—. Eran magos resentidos por un negocio que les salió mal y los atraparon la semana siguiente. Lo único que recuerdo de esa noche es al semigigante que los acompañaba, manteniéndome inmóvil en el suelo. Y el dolor.

Recogió su maletín cuando él todavía boqueaba.

—Eso cuenta como dos cosas —Cabeceó, a manera de despedida y empezó a moverse hacia la salida—. Hasta mañana.

Harry se sentía un poco idiota. ¿Pero cómo iba a saberlo?

Un día a la vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora