Día 91

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—¿Qué han aprendido de esta experiencia?

Intercambiaron miradas. Llevaban alrededor de diez minutos en las sillas reforzadas con magia, frente al director, que se recargaba en uno de los escritorios en desuso. Cuando entraron al aula, de acuerdo al castigo, ambos se detuvieron al notarlo allí, de pie, junto a la silueta brillante y desdibujada de Miri.

Harry llegó a creer que seguirían sometidos a ese escrutinio silencioso de los ojos azules tras las gafas, por otro rato. Tener la oportunidad de hablar, lo hizo suspirar de alivio. Incluso si no estaba seguro de qué respuesta dar en esa ocasión.

No esperaban que intentase terminar el castigo, por segunda vez, así de rápido. O sin avisarles.

Para su sorpresa, fue Draco quien respondió primero. Cruzado de tobillos y dándole vueltas al anillo familiar en su anular, hacía parecer que no podía estar más cómodo con la situación. Sólo la tensión en los hombros, usual en presencia del director, lo traicionaba.

—Se pueden tener...sorpresas en las personas menos esperadas —Pronunció, medido, calmado. Dumbledore asintió, despacio.

—¿Puede ser más específico, señor Malfoy?

El Slytherin inhaló profundo y lo soltó en una exhalación lenta.

—Me refiero a que los Gryffindor no son todos estúpidos —Harry lo observó escandalizado, pero él no lo notó, o fingió no hacerlo—. Y ver a una persona casi todos los días por cinco años, no significa que la conoces o sepas algo importante sobre ella.

Dumbledore dio otro asentimiento y fijó su mirada en el niño-que-vivió, que se puso a tamborilear con los dedos, sin darse cuenta.

—Además de lo que mencioné la última vez —Aclaró, carraspeando—. Aprendí sobre...confianza.

—Confianza —Repitió el director, con ese tono que tenía para hacer parecer que lo que uno le contestaba era lo más fascinante del momento para él. Harry asintió.

—Tienes que darle una oportunidad a las personas, incluso con las que no te llevas bien, y si se merecen tu confianza, por lo que hacen, por cómo lo hacen, y por quiénes son, hay que...arriesgarse a dársela —Se encogió de hombros—. Puede salir bien.

El director se tomó unos segundos para asimilarlo, cabeceó.

—¿Dirían que han aprendido lo suficiente sobre el otro, como para no volver a cometer errores del pasado? —Un par de respuestas afirmativas— ¿y se consideran capaces de mantener esta convivencia pacífica que han llevado todas las tardes hasta ahora?

—Supongo, mientras Potter se comporte.

—Sí —Como hablaron al mismo tiempo, luego Harry estrechó los ojos en su dirección. Imitó su tono de falso hastío, al agregar:—, mientras Draco se comporte.

El Slytherin apretó los labios para contener una sonrisa. Frente a ellos, Dumbledore elevaba las cejas de una forma apenas perceptible.

—Creo que eso significa que el castigo se levanta hoy, señor Malfoy, señor Potter.

Unos momentos más tarde, cuando estuviesen saliendo, un nuevo llamado los detendría a ambos bajo el umbral de la puerta. Al volverse, Miri ya no estaba. Dumbledore se había enderezado.

—Señor Malfoy —Junto a él, Draco se tensó. Sin embargo, ninguno dijo nada; tras unos segundos, el director y el estudiante asintieron—. Pueden retirarse.

—¿Qué fue eso? —Inquirió Harry, apenas dieron unos pasos lejos, por el pasillo. El Slytherin le restó importancia con un gesto.

—Me estaba diciendo algo sobre un tema que tenía que discutir conmigo después.

El Elegido frunció el ceño.

—Yo no escuché...—Él le dio la respectiva explicación tocándose la sien con un dedo. Oh, claro. Legeremancia. Resopló—. Pudo haberlo dicho en voz alta.

—Sin Miri, el salón no es un sitio tan seguro y privado —Draco se encogió de hombros. Estaba por doblar en la siguiente esquina, cuando unos dedos buscaron los suyos, deteniéndolo. Giró y lo observó, con una expresión divertida, pese al tono de fingida irritación—. ¿Ahora qué, Potty?

Harry tiró de su mano para hacerlo avanzar, de manera que la distancia entre ellos se redujese un poco.

—Me quedé sin excusa para verte todos los días —Se quejó, en voz baja. Draco bufó y le pasó los brazos alrededor del cuello.

—¿Necesitas una?

—Bueno, lo hacía un poco más fácil —Harry se encogió de hombros—. Ahora tendré que inventarme algo.

—¿Qué excusa usarías?

El Gryffindor estrechó los ojos y fingió pensarlo por unos instantes. Cuando habló, una sonrisa se le dibujaba en el rostro.

—Que necesito un beso al día, al menos —Draco arqueó las cejas, mientras él se dedicaba a asentir con falsa solemnidad.

—¿Y eso por qué?

—Porque me romperás el corazón sino lo tengo —Se llevó una mano al pecho, a la vez que daba una inhalación brusca.

—¿Qué clase de excusa barata es esa? —Draco se burló, pero el beso que le dio llevaba otra de esas mordidas que lo descolocaban. Aparentemente, le gustaba hacerlo; él no tenía quejas. Medio segundo después, el Slytherin se apartaba—. Dijiste uno, por lo que ya cumplí. Me voy.

Se dio la vuelta y caminó lejos, con ese porte que hacía parecer que andaba frente a una multitud. Harry se quedó boquiabierto, hasta que al llegar al final del siguiente pasillo, giró, le guiñó, y continuó.

—¡Draco! —Protestó entre risas, apresurándose a seguirlo.

—¡Tú pediste sólo uno!

—¡Pues ahora son dos- tres- mil!

—¡Mil es demasiado!

Algunos estudiantes creerían que estaban por discutir. Luego distinguían lo que decían, las palabras resonando entre las paredes de piedra, y caían en cuenta de que era imposible que aquello fuese una verdadera disputa. Hubo varias personas confundidas en Hogwarts ese día, otras, que los vieron en el pueblo, comenzaban a entender.

Un día a la vezWhere stories live. Discover now