Si tengo pesadillas y me abrazas

24.2K 3.6K 2K
                                    

Las dos de la mañana no son el momento ideal para pedir ver a alguien. Sin duda, que unas notas mágicas con forma de diminutos fénix, se deslicen por debajo de las puertas, entre las cortinas de los doseles, y picoteen tu cabeza, tampoco son la manera apropiada para llamar la atención de ese alguien.

Harry estaba recargado en la pared opuesta a la entrada de la Sala Común de Slytherin, bajo la capa de invisibilidad, cuando el pasadizo se abrió. Enseguida se quitó la capa, la dobló sobre su antebrazo, y caminó hacia él.

Draco lo recibió con un ceño fruncido, aunque no era el de enojo; iba acompañado de párpados un poco hinchados, ojos somnolientos, un puchero. Se tallaba los ojos al detenerse frente al Gryffindor, y al mover los brazos, exponía por completo el suéter tejido que usaba sobre el pijama de seda, verde, con la inicial de su nombre.

No pudo evitar sonreír. Al Slytherin le tomó unos segundos darse cuenta de que miraba su ropa fijamente, notar lo que llevaba y emitir un débil quejido.

lo usas —Harry tomó una de sus manos, sin despegar los ojos de la prenda. No se le ocurrió que le quedaría ancha, lo que le daba un aspecto frágil que combinaba con su estado adormecido, propio de la hora. Él bufó, arruinando a medias el efecto.

—Hace un jodido frío aquí abajo, ¿sabes? Oh, espera- lo sabes, porque me acosaste a tal punto de colarte a mi Sala Común, haciéndote pasar por uno de mis compañeros —Recordó. Sabía que no tendría que haberle contado al respecto de la infiltración en segundo; él había arqueado las cejas y le contestó que ya lo sabía, porque estaba seguro de que ni Crabbe ni Goyle tenían la parte delantera del cabello rojo o cicatrices de rayos en la frente.

—Era una investigación...

Harry dio un paso más cerca. Lo envolvió con los brazos, recargándose en él, apoyándose.

No sintió que respiraba con tranquilidad, hasta haberlo hecho. El nudo que le cerraba la garganta, desde que se despertó de golpe, al fin cedía.

Debió ser en ese momento cuando Draco reaccionó para notar su estado. Los ojos y nariz enrojecidos, los rastros de lágrimas que no limpió bien antes de dejar la Torre. Temblaba de forma apenas perceptible; no era por el frío.

Nada se sintió mejor que cuando él lo rodeó también, estrechándolo, manteniéndolo cerca.

—¿Pesadillas? —Murmuró. Harry asintió, escondiendo la cabeza en el hueco de su hombro.

que es tarde —Contestó, en el mismo tono bajo—, lo siento, no te hubiese despertado si- yo sólo- me estaba volviendo loco, desperté y- yo quería-

Cuando abrió los ojos en el dormitorio de Gryffindor, no recordaba lo que soñó, sólo la aguda punzada del pánico. Se había limitado a observar el techo del dosel por largo rato, antes de decidirse a buscar papel y encantarlo en forma de pequeñas aves.

Quería verlo. Era la única explicación que habría sido capaz de dar, pero temía que sonase tonto, necesitado, o que lo hiciese regresar a esa burbuja, donde intentaba apartarse.

Merlín. Harry iba a derrumbarse si lo dejaba ir justo en ese instante.

No lo hizo.

Lo abrazó tan fuerte, que podría jurar que arreglaba todo lo que dolía por dentro, todo lo que estaba mal. Harry también se aferró a él.

—Está bien —Replicó, en un susurro. Estuvo a punto de lloriquear cuando se apartó un poco, pero enseguida sintió la presión leve en su frente, justo bajo el flequillo—, está bien —Insistió, cuando él vacilaba.

Esperó a que dejase de boquear y recuperase la capacidad de formar palabras.

—Me besaste la frente —Draco emitió un vago sonido afirmativo, sin captar su aturdimiento—. Me- me besaste la frente...la- la cicatriz...

No lo podía creer.

El Slytherin lo observaba con una expresión suave, sus manos le trazaban círculos en la espalda baja, a través del pijama.

Nadie tocaba la cicatriz.

—¿Y eso qué? —Inquirió, casi divertido.

La cicatriz. Oh, Merlín.

—Sabes que- te dije- te expliqué que es una conexión a-

—Es una cicatriz —Como si estuviese demostrándole un punto, volvió a besarle la frente. Prolongó el contacto leve más de lo necesario. Harry sentía que se derretía por dentro—. No dice nada de ti, Harry. Sólo una cicatriz, ¿bien?

—No lo es, no-

Otro beso en su frente. La sien, la punta de la nariz, una mejilla, la otra, ligero roce en los labios. Harry entrecerró los ojos y se deshizo bajo cada uno, sosteniéndose todavía de él con fuerza, porque de otro modo, cabía la posibilidad de que se perdiese a sí mismo en esa marea de emociones.

—¿Qué quieres hacer? —Draco volvió a encararlo. Las caricias en su espalda no cesaban— ¿quieres jugar Quidditch en la Sala de los Menesteres? ¿Quieres que lea para ti? ¿Asaltamos la cocina, metemos bombas de colores fétidas a la oficina de la cara de sapo, robamos a mi padrino y hago una poción para que finjamos estar enfermos mañana?

Harry sonrió, sin darse cuenta de que lo hacía, incrédulo. Draco podía no ser su mejor amigo, pero podía convertirse en alguien que fuese más, que combinase a un amigo, un compañero y una pareja.

Y recordó que era exactamente lo que él le había dicho.

—Quiero abrazos —Por una vez en su vida, Harry se permitió ser un mimado, un caprichoso, exigir—, más abrazos largos. Dame un beso, uhm- quiero que salgas conmigo otra vez, y quiero-

La risa suave de Draco lo interrumpió. Cuando estaba por hacer pucheros, percibió el beso que depositaba en sus labios, fugaz, ligero.

—Uno más largo —Pidió, débilmente. Draco le sonreía al sostenerlo.

—Vamos a tener que colocarnos la capa encima, al menos, si quieres que me dedique a besarte hasta la mañana, Potty.

Él pensó que no sonaba a una mala propuesta.

Un día a la vezWhere stories live. Discover now