Diecinueve

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Marzo, 23. 2017

Ella.

Al llegar a casa después de clases, dejo caer mi mochila al suelo y me desplomo sobre la cama.
Me siento bastante agotada, sé que en parte ha sido el desgaste emocional de los pasados días y en parte porque las noches en vela me empiezan a pasar factura.
Conciliar el sueño últimamente me ha supuesto una tarea casi imposible.

Alguien anuncia su aparición cuando el chillido del timbre resuena por la casa.
Me pongo de pie inmediatamente para ir a recibir al invitado a la puerta.

—¡Hola!— exclama, apenas asomo la cabeza hacia el exterior.

—¡Montse!

Prácticamente corro a quitar el candado que mantiene la reja clausurada, para permitirle el ingreso a mi amiga.

Me apretuja entre sus brazos apenas consigo abrirle camino.

—Dios mío, mujer no sabes lo preocupada que estaba.— murmura en mi oído.

—Lo sé.— me aparto un poco para verla a la cara. —Lamento haber desaparecido, necesitaba tiempo a solas.

Asiente en seguida.

—Pierde cuidado, supuse que querías espacio.

—Te extrañé.— aseguro, sonriendo tanto que me da la idea de que ha pasado un eternidad desde la última vez que lo hice sin fingir.

La guio hacia adentro, aunque sé que no hace falta, pues conoce el lugar de principio a fin.
Saluda a mi perro, quien salta a su alrededor moviendo la cola extremadamente feliz de verla, internamente me siento casi como él.

—Siento mucho lo de tu tío, Anna.— comenta la muchacha, una vez que nos hemos acomodado en mi habitación.

—Está bien, era intolerable para él vivir así. Al final solo agonizaba.— respondo con un poco de dificultad en mantener el tono de voz regular.

Descansa su mano en mi espalda, haciendo círculos sobre ella.

—Puedo imaginarlo. Pero piensa que has ganado un ángel que te cuidará en todo momento.— posa el vaso que antes contenía gaseosa, sobre la mesita de noche. —Y un ángel muy imponente porque ese hombre era enorme.

No puedo evitar reír ante tan verdadera acotación.

—Es verdad.

Montse se extiende sobre el colchón con la confianza propia de quien ya lleva mucho tiempo haciendo lo mismo.

—¿Qué hay de tu cumpleaños?

Exhalo aire lánguidamente.

—No lo sé.— cruzo las piernas encima del edredón. —No tengo mucho ánimo para festejos.

Se muerde el labio pensativa.

—Comprendo, pero son tus dieciocho, es la mayoría de edad. Ahora puedes llevarme a beber alcohol.

Carcajeamos simultáneamente por lo ridículo que eso se oye, dado que ninguna de las dos bebe.

—Claro, eso es lo más importante.— ironizo. —Tal vez haga algo pequeño, solo con las personas más cercanas.

Sonríe.

—Suena bien.

Marzo, 24. 2017

La tarde del viernes la paso en casa de Raimundo.
Aparentemente hemos acordado de forma tácita dejar atrás el impás del fin de semana pasado, pues no hace alusión a este ni se muestra alterado en absoluto durante los primeros minutos de mi visita.

El Océano Entre NosotrosWhere stories live. Discover now