Cuarenta y tres

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Agosto, 30. 2017

Tras resumirle a Montse todo mi drama amoroso de los últimos días, nos hundimos en una profunda afonía de reflexión.

Me observa fijamente, con una expresión pensativa.

—Es obvio que su hermana está sobrerreaccionando. Creo que es natural, como un instinto de protección— apunta.

Me arranco la piel de los labios de manera inconsciente, hasta que el sabor metálico de la sangre me obliga a detenerme.

—Tal vez sea eso. Pero no puedo dejar de pensar que tiene razón.

Arruga el ceño.

—¿Por qué?

—Porque sí— intento buscar en mi mente una forma de explicar algo que mi cabeza ya sabe, mas no puede aceptar—. Porque él es tan puro e inocente. Y yo... no lo sé.

—Anna, hablas como si él fuera un ángel y tu el mal que lo corrompe— replica la chica frente a mí.

Río desganada.

—En parte es como si así fuera— respondo—. Mi infierno se vuelve paraíso cuando está conmigo, pero temo que su paraíso se transformará en infierno si estoy con él.

La muchacha arrastra su cuerpo por el colchón para venir a mi lado.

—¿Por qué razón en el mundo pensarías semejante cosa?— cuestiona.

—Porque es lo que siento, Montse— murmuro con un débil hilo de voz—. Hay tanto dolor, frustración, rabia y miedo adentro de mí. Que me parece que todo lo bueno que llevaba conmigo se ha consumido.
A veces lo único que sé hacer es llorar y desear que el mundo se detenga para poder desaparecer.

—Anna— repasa mi espalda afable, descansando su cabeza sobre mi hombro—. Sé cuánto has sufrido y lo que has atravesado durante este tiempo.

Mi batalla por evitar que las lágrimas escapen por mis ojos, fracasa cuando distingo una mancha de agua sobre el cobertor de la cama.

—No quiero hacerle daño, no quiero obligarlo a lidiar con heridas que no consigo cerrar.

—Escucha, estoy segura que cuando estás con él, todo ese dolor desaparece— aguarda a que confirme su planteamiento con un gesto—. Quizás, esa es la respuesta. Puedes permitirte descubrir junto a él, nuevas formas de sanar.

Deslizo mis dedos por debajo de mis orbes, secando los resto de humedad asentada ahí.

—Sé que es cierto— admito—. Pero tengo miedo.

Me sonríe comprensiva.

—Por eso sé que estar con él, es justo lo que debes hacer.

Agosto 31. 2017

Cuando el sol comienza a desaparecer, decido que ya le he dedicado suficiente tiempo a mis deberes estudiantiles, y es momento de darme un baño.

Regreso a mi habitación para guardar en mi mochila las cosas que requiero para la escuela y hacerme con mi pijama.

Uno de los pequeños placeres de la vida, es darse una buena ducha caliente y ponerse la pijama. O al menos yo, me he vuelto una persona que disfruta de lo simple.
Creo que tendemos a vivir tan acelerados e inmersos en nuestra rutina, que ignoramos los detalles que pueden hacernos felices.

"¡Hola! Vengo a confirmar si nuestro plan sigue vigente."

Una sonrisa se dibuja en mi boca instantáneamente cuando leo el mensaje de Felipe.

El Océano Entre NosotrosWhere stories live. Discover now