Cincuenta y tres

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Octubre, 1. 2017

Ella.

Me meto al coche un segundo antes de que papá comience a gritar que llegaremos tarde. El hombre arranca apenas cierro la puerta tras de mí.

Me pesan los párpados, por lo que me supone todo un desafío mantener los ojos abiertos y estar atenta al exterior.
Me siento agotada, y casi no puedo creer que este mes termina todo.

Es la recta final.

Desde ahora cada milésima de segundo que dedique a preparar mis exámenes de admisión cuenta como si fuera la última.
La presión crece con el transcurso de los días y el temor a que todo mi esfuerzo sea en vano, también.

—Ten un buen día, hija. Ánimo, ya queda poco— me alienta el hombre, al aparcar justo frente al usual edificio gris que reconozco como mi escuela.

—Gracias, papá— dejo un beso en su mejilla a modo de despedida y desciendo del carro para darle inicio al último día de la semana al fin.

Mientras camino a paso cansino en dirección a mi salón, caigo en cuenta que hoy es primero de Octubre. Oficialmente Felipe y yo hemos cumplido un mes de noviazgo. ¡Y vaya mes que hemos tenido!
Sonrío pensando en lo maravilloso que ha sido compartir este breve periodo de tiempo con él, aunque no ha sido perfecto, no puedo recordar la última vez que me sentí así de feliz y tranquila.

Claro que imagino que él no lo recordará ni en broma, en especial porque el gran concierto es mañana y eso debe estar ocupando toda su mente. Además no me parece la clase de chico muy dado a celebrar este tipo de cosas excesivamente cursis.

Sacudo la cabeza riendo solo de habérmelo figurado.

—¡Buen día!— saluda Zoe, en cuanto me encuentra de pie junto al pupitre que suele ser usado por mí.

—Hola, guapa— dejo caer la mochila a un costado.

—¿Ya sabes qué dia es hoy?— inquiere sonriente.

—Es... viernes— contesto extrañada.

Entorna los ojos frustrada por no ser capaz de entender su indirecta.

—Ya sé que es viernes, pero es un viernes especial— me pellizca la mejilla, arrancándome una risotada.

—¡Claro!— al fin comprendo lo que trata de decirme—. ¿Quién diría que llegaríamos tan lejos?

La chica se posiciona sobre la mesa como si fuera una silla.

—Yo, por supuesto. Fui quien los creó, siempre supe que eran el uno para el otro— guiña un ojo pícara—. Solo necesitaban dejar de ser tontos y un pequeño empujón.

La observo, riendo.

—Es verdad. Gracias, Zoe, eres el cupido de la vida real.

—Ya sé— se jacta.

En ese instante la campana se hace oír por todo el recinto, anunciando que las clases ya van a comenzar.

Maldición, la primera hora es de inglés. Ya no soporto a esa mujer y lo único que me da esperanza es que en cuatro semanas por fin habrá desaparecido de mi vida para siempre.

Recojo mi bolsa del sitio a donde la arrojé hace unos minutos y me dispongo a retirarme de esa sala para ir a donde mi profesora imparte su asignatura, del otro lado del corredor.

Estoy a punto de empujar la puerta, cuando esta se abre abruptamente y choco de frente con Felipe, quien tiene claros signos de haber corrido una buena distancia, pues le toma trabajo respirar y parte del cabello está pegado a su frente debido al sudor.

El Océano Entre NosotrosOnde histórias criam vida. Descubra agora