Cuarenta y cinco

30 6 2
                                    

Septiembre, 1. 2017

Al regresar a casa, apenas conecto mi teléfono al internet, este explota en mensajes y llamadas perdidas.
Montse había enviado unos diez textos deseándome suerte y gritándome en mayúsculas, que le contara todo, en cuanto llegara a mi hogar. Otros cinco mensajes más de Zoe, repitiendo exactamente el mismo patrón, tres de mi hermana y dos llamadas de mamá que jamás oí.

Diablos, espero que no haya sido importante.

Me desplomo sobre la cama, todavía sin poder creerme lo que acababa de pasar.
Fue tan perfecto, siento que estoy esperando a que alguien me despierte de un sueño, para caer nuevamente en mi oscura realidad.

—¡Ya estás acá!— exclama mi madre, cuando me encuentra sonriéndole como tonta al techo.

—Hola, creí que no había nadie— me excuso, incorporándome para verla de frente.

—¿Y bien?— suelta de inmediato, acomodándose en la otra cama que está paralela a la mía.

Río sin tener mucha idea de qué decirle. La verdad es que yo misma estoy procesando lo que ocurrió.

—Pues, fuimos por un helado, y luego paseamos y nos detuvimos a charlar— resumo la historia al máximo.

No estoy en absoluto acostumbrada a que mamá se muestre así de interesada y emocionada por un potencial novio.

—¿Y eso fue todo?— inquiere decepcionada.

Me ordeno el cabello nerviosa.

—S-Sí, bueno, dijo que me quería— tartamudeo.

Mierda, dijo que me quería. No sabía lo que saldría por su boca cuando atrajo mi atención, mas definitivamente no esperaba oírle decirme eso.
Había una sinceridad transparente en sus palabras, como si hubiese estado guardándolas por largo tiempo hasta encontrar el momento adecuado para confesarlo.

Mi madre sonríe con ternura.

—¿Entonces ya son novios?

Me quedo dudando un par de segundos, porque no recuerdo que la expresión noviazgo, o algo similar haya sido utilizada en ningún instante mientras estuvimos juntos.

¿Era algo que se entendía tácitamente?

—Creo que sí— afirmo.

La mujer se levanta y me abraza alegre, depositando un beso en mi coronilla.

—Estoy muy feliz por ti, Anna— asegura, desalojando mi habitación luego de eso.

Hay una explosión de felicidad tomando lugar en mi pecho.

Como si la vida susurrara al fin: eso ha sido todo, ahora toca ser feliz.

Él.

Me adentro a mi hogar, esforzándome por ocultar esa sonrisa boba que se ha quedado atorada en mi boca desde que dejé a Anna en la parada de autobuses.

Vaya día este ha sido.

Junto puerta y marco tras de mí y arrojo la mochila a un costado del sillón de la sala, para dejarme caer sobre este.

No puedo parar de pensar en sus labios, y lo maravilloso que fue besarlos, después de haber estado reprimiendo ese deseo por largos meses.

—¿Cómo te fue?

Mamá aparece súbitamente junto a mí, sobresaltándome.

—Bien, estuvo muy bien— respondo tranquilo.

El Océano Entre NosotrosWhere stories live. Discover now