Veintisiete

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Junio, 2. 2017

Él.

Mi cerebro se tarda un par de segundos en procesar qué demonios está sucediendo.

Apoyo mis manos en los hombros de la chica, apartándola con cuidado.

—Fernanda.— es todo lo que mi lengua consigue formular.

—Lo lamento, no quería...

Sacudo la cabeza antes de que finalice.

—Está bien.— me restriego el rostro con las manos, sin tener absoluta idea de qué decirle.
—Fer, escucha, creo que eres muy bonita y agradable, pero yo no puedo engañarte.

Aprieta los labios.

—¿Sientes algo por Anna?

Su pregunta me cae encima como agua gélida por la mañana.

—Yo no... no siento nada por ella. ¿Por qué lo dices?

—No hay una persona en esta escuela, que reciba la mitad de la atención que ella recibe de ti.— afirma seria. —Y lo que es más triste, ella jamás se da cuenta. Y nunca lo hará.

Me toma un poco de trabajo tragar saliva, pues se me ha cerrado la garganta.

—No creo que eso sea así, honestamente.

—Entonces dame una oportunidad.— avanza un paso hacia mí. —No debí haberte besado, pero no sabía cómo decírtelo. Me gustas, Felipe.

Joder. ¿Qué tipo de mal chiste es este?
A mi no me suceden esta clase de cosas. Es demasiado para procesarlo.

—De verdad lo siento. No quiero darte falsas expectativas.— me esfuerzo mucho por escoger mis palabras con precaución.
No quiero dañarla.

En su mirada destella una mezcla de decepción y rabia.

Supongo que no puedo culparla, aunque definitivamente no vi venir nada de esto.

—Está bien.— se aleja. —Pero has de saber que pasarás todo lo que resta del año como el maldito perro faldero de Anna.

Hecha su declaración, desaparece escaleras arriba.

El corazón me late a cien, estoy tan confundido, que me parece se me ha olvidado hasta cómo caminar.

¿Qué carajo acaba de pasar?

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—¿Vas a decirme qué sucedió con Fernanda?— indaga mi hermana, de pie frente al gran portón que bloquea la entrada a nuestra casa.

—No quiero hablar de eso.

Suspira irritada.

—No has dicho nada en todo el camino, es obvio que pasó algo.

Introduzco las llaves en la cerradura, sin emitir ningún tipo de sonido y me escabullo hacia el interior.

—¡Felipe!— oigo a Javiera llamarme desde atrás, mas continúo mi camino hasta mi habitación.

Joder. Me ha besado. Fernanda me ha besado porque le gusto.

Eso no tiene ningún sentido en mi mente. Jamás advertí alguna forma especial de coqueteo de su parte o algún tipo de señal que me permitiera llegar a esa conclusión. Aunque, a decir verdad, no soy la clase de chico que arranca suspiros al pasar, por lo que existe una gran posibilidad de que nunca lo hubiese notado, incluso estando en mayúscula y con luces.

El Océano Entre NosotrosOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz