Cincuenta y uno

30 5 3
                                    

Septiembre 22, 2017

Decido tomar la ruta larga de regreso a casa para darme tiempo de tranquilizarme, me siento molesta y frustrada. A veces me parece que salir con Felipe es como salir con un hombre que trae permanentemente una armadura, capaz de escucharte y estar ahí para ti, pero imposible de atravesar más allá del metal que lo mantiene lejos de todos. Lleva sobre sí una coraza tan gruesa e indestructible, que te hace dudar si realmente lo conoces.

El sol está pegando intensamente, por lo que me meto a una pequeña tienda por una botella de agua. Me paseo por los únicos cuatro pasillos que hay, en busca de la máquina que mantiene los líquidos refrigerados, cuando doy con ella, choco con alguien más que al parecer tuvo la misma idea.

—Disculpa— digo enseguida, retrocediendo para cederle el turno primero.

—Fue mi culpa, suelo hacer todo muy acelerada.

Hago una seña con la mano para restarle importancia. Una vez que la chica se aparta, me sostiene la puerta deslizante para evitar que se cierre sobre mi brazo mientras tomo la botella.

—Gracias— le sonrío, aunque de pronto me parece que ya la he visto en otro lugar.

—¿Daniela? ¡Wow, seguimos topándonos en sitios inesperados!— la muchacha me saluda de forma sorpresivamente efusiva, dejándome sin palabras por la impresión.

No puede ser, no de nuevo. No ahora.

—¡Magdalena! Sí, es increíble— aseguro, estoy desesperada por salir de aquí—. Tengo prisa, así que espero que todos esten bien. ¡Cuídate!

Giro sobre mis talones, mas algo o alguien, se interpone en mi perfecta huida.

Okey, esto en serio debe ser una broma.

—Anna— Raimundo me observa pálido como si yo fuera el mismísimo fantasma de Canterville.

—¿Anna? Recordaba que tu nombre era Daniela ¿no?— cuestiona la muchacha a mis espaldas, notablemente confundida.

—Es que yo... ya me iba. Adiós.

No le concedo ni medio segundo de reacción, antes de prácticamente arrojarle el dinero a la mujer del mostrador y salir corriendo de allí tan rápido como me es posible.

No puedo creer que justo este día, se me tuvo que ocurrir venir a comprar una botella de agua a exactamente la misma tienda que vienen mi ex novio y su nueva novia.

Joder, en serio la vida me detesta demasiado.

—¡Anna!

Ya, dónde está la cámara indiscreta, porque esto de verdad es un exceso de burla.

Raimundo me alcanza casi sin esforzarse mucho, me atrapa por la muñeca para frenar mi escapatoria nuevamente.

—¿Qué se te ofrece?— suelto irritada.

Sinceramente él es la última persona que quiero ver en este momento.

—Nada yo solo... no quería que las cosas acabaran de la forma en que lo hicieron.

—¿Qué?— es todo lo que logro contestar a su extraño intento de disculpa.

—Eso, lamento lo que dije y lo que sucedió con Magdalena, no estuvo bien— continúa.

Mi cerebro es totalmente incapaz de procesar lo que está sucediendo en este instante, desearía desmayarme ahora para no tener que seguir soportando las mas de mil emociones diferentes que están colapsando a mi mente.

El Océano Entre NosotrosWhere stories live. Discover now