Treinta y seis

49 10 48
                                    

Agosto, 6. 2017

Ella.

—¿Ya sabes cuál será tu siguiente movimiento?

Arqueo las cejas.

—¿Mi siguiente movimiento?— dudo.

Zoe asiente efusivamente.

—Hablo de Felipe. ¿Cómo le harás notar que ya eres agente libre?— indaga.

Suelto una carcajada por su elección de palabras.

—No lo he pensado. Para ser honesta, estoy dándome tiempo para procesar mi ruptura y volver a encontrarme a mí misma— respondo, mientras arrastro la colchoneta en donde debemos hacer flexiones.

—Lo entiendo— imita mi actuar—. Solo creo que él también siente algo por ti.

Giro el cuello en su dirección para verla bien.

—¿De qué hablas? ¿Por qué lo dices?— suelto inquieta.

No he vuelto a dedicarle tiempo al tema. En parte porque necesito enfocarme en la escuela y en parte, porque de solo pensarlo, mi mente comienza a hacer mil preguntas, la mayoría con respuestas contradictorias que me acaban dejando hecha un lío.

—Vamos, Anna. Debes haberte dado cuenta de que con nadie se comporta de la misma manera como contigo— aclara con un tono que me indica que lo que está diciendo es muy lógico—.Solo piénsalo, jamás habla con nadie, pero contigo puede platicar por cuatro horas. O jamás se ha mostrado muy interesado por lo que le ocurre a las personas a su alrededor, pero de ti siempre se preocupa.

Me siento de piernas cruzadas, con la vista clavada en mis pies, sopesando lo que mi amiga me ha dicho.

—Supongo que tienes algo de razón.

Bota aire exasperada.

—¡¿Algo?! Chica, tengo total y absolutamente la razón— exclama.

—¡Anna! ¡Basta de charlar y muévete!— el grito de la profesora me llega únicamente a mí, como es costumbre, en cada maldita clase de deporte.

Me pongo de pie, obedeciendo sus órdenes y me dirijo con Zoe hacia donde descansan unas cuerdas para saltar.

—¿Por qué estás tan convencida?— cuestiono entre jadeos, producto de los saltos que estoy dando.

Espero a que termine de hacer el ejercicio para escuchar su respuesta.

—Porque está claro que tu no eres cualquier persona para él— se toma unos segundos para recuperar el aliento—. Escucha, cuando tu tienes frío, él te da su cazadora. Cuando yo tenía frío, ¿sabes qué hizo? ¡Me dio un guante!

Río, cubriéndome el rostro para que la maestra no me vea.

—¿Es en serio?

—¡Claro que sí! Y cuando te sientes mal, te abraza. ¡Abraza!—hace enfásis con su voz
—¿Alguna vez lo has visto abrazar a alguien?

Me encojo de hombros.

—Creo que no— confirmo.

—¡Por supuesto que no! Es la persona que más desprecia el contacto físico que conozco, y juro que puedo probártelo.

Elevo una ceja extrañada y asustada.

—¿Probarlo?

Hace un gesto positivo.

—Ya verás.

       ●     ●     ●     ●     ●     ●

Después de la clase de deporte, retornamos a los vestidores para darnos una ducha rápida y volver al uniforme de la escuela. Camiseta blanca, falda, calcetas y zapatos negros.

El Océano Entre NosotrosKde žijí příběhy. Začni objevovat