Treinta y nueve

34 8 21
                                    

Agosto, 22. 2017

Ella.

Luego de lo que ha sucedido con Raimundo, he decidido dejar de culparme por cosas que no pude haber hecho mejor.
Semanas después de haber cortado con él, creí que era mi responsabilidad que lo nuestro hubiese fracasado. Me sentía mal acercándome a Felipe cuando apenas habían transcurrido unos días desde que había tenido novio. Como si a pesar de ya no estar juntos, lo traicionara de todos modos.
A ratos me parecía que estaba sucia, contaminada de un egoísmo y una frialdad ajena a mí. ¿Cómo demonios me fui a fijar en alguien más, mientras todavía estaba con otra persona?

Sin embargo, tras enterarme de la verdad detrás de la apariencia de buen samaritano de mi ex novio, la culpa se fue desvaneciendo. Y mutó. Se transformó en rabia, en ira contra su descaro, contra mí misma por creer en él y contra mi mente, por no permitirme escuchar lo que mi corazón tantas veces trató de comunicarme.

Finalmente he hallado paz en mi interior, la tranquilidad de saber que las cosas son como son, y no como habríamos deseado que fueran. Que el pasado no se puede alterar ni el futuro controlar, por tanto lo único que existe es el ahora. Y ahora, estoy dispuesta a jugar todas mis cartas con Felipe.

Al llegar a la escuela, se percibe la tensión del examen oral, en cada rincón del salón.
Hoy comienza el primer grupo, a primera hora.
Por lo que ya hay varias personas paseándose de un lado a otro del corredor, recitando oraciones de memoria, en esta lengua tan extraña y compleja.

El día en realidad lo tenemos libre para ensayar nuestras exposiciones, pero he decidido, al igual que la mayoría, venir a la escuela de todos modos porque en mi casa no haría más que dormir e inventar siempre nuevas formas de evadir mis deberes.

—¿Estás nerviosa?— inquiere Zoe, sentada junto a mí.

—No todavía, pero sé que mañana querré morir— aseguro.

—Somos dos— cierra el diccionario que estuvo viendo durante varios minutos.—¿Y qué tal te ha ido con Felipe?

Giro el cuello para chocar con su expresión pícara.

—Estamos igual que siempre— respondo.

Arquea una ceja incrédula.

—No es cierto, pero si el otro día los vi con sus cabezas apoyadas, en una adorable escena romántica— pestañea reiteradas veces de forma exagerada, para proporcionarle más intensidad a sus palabras.

Bajo la cabeza, riendo.

—Qué ridícula. Ha estado un poco más cálido esta semana, pero es extraño. Tampoco le he dicho que ya no tengo novio, nunca encuentro el momento.

—¿Qué?— hunde el rostro entre sus manos—. ¿No se lo has dicho todavía?

Niego despacio.

—No sé cómo decírselo, sin que suene demasiado obvio por qué lo hago— aclaro—. No es que sencilamente pueda llegar y decirle: Hola, ¿cómo estas? Rompí con mi novio, en caso de que te interese.

Rueda los ojos.

—¡Por supuesto que le interesa!— exclama, mas se cubre la boca en seguida, cuando se percata de que hemos atraído la atención de algunas personas adentro de la sala.

—Ya sé, es que...— dejo la frase en el aire, cuando el susodicho, ingresa al aula junto a Javiera.

—¡Hola!— deposita un beso en mi mejilla, antes de seguir su camino hacia su puesto.

Me quedo un poco sorprendida, pues no suele saludarme así.

Zoe me mira con una gran sonrisa de satisfacción en la cara.

El Océano Entre NosotrosKde žijí příběhy. Začni objevovat