Veinte

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Marzo, 29. 2017

Ella.

El local está abarrotado, pese a ser bastante pequeño, la gente entra por montones. Apenas se puede avanzar entre la multitud de personas que aguardan un espacio, y parecen casi dispuestos a morderte si haces el mínimo ademán de aproximarte a su territorio.

El lugar tiene la curiosa particularidad de no poseer mesas individuales, sino solo dos largos mesones con taburetes altos al frente.

—Creo que agotamos toda nuestra suerte del año para conseguir estos asientos.

El chico asiente sonriendo.

—Ni que lo digas, para mí es agotar la suerte de la vida entera.

Río ante la exageración.

Las jóvenes que atienden, tardan cinco segundos en tomar nuestra orden, obligándonos a vomitar de un sopetón lo que deseamos. Apenas logré ser consciente de lo que había pedido.

—Entonces, ¿qué tal estuvo tu cumpleaños?— inquiere.

—Pues, estuvo bien. Bastante tranquilo, en realidad.— tomo un sorbo de la gaseosa que hay en mi vaso. —Solo quería estar con mi familia y amigas más cercanas y mi novio, claro.

Es muy probable que yo esté loca, pero me da la sensación de que su semblante se vuelve más serio cuando menciono a Raimundo. ¿O lo estoy imaginando?

—Genial, eso es lo importante después de todo.

—Es lo que creo yo también.— coincido. —Además, no se me dan las fiestas masivas, la verdad.

—Menos a mí, no me parece que vaya a encontrarles la gracia alguna vez.

—Tampoco yo.

Una mujer grita nuestros pedidos, sosteniendo ambos platos en al aire. Felipe se levanta veloz para recibirlos, y me tiende el mío.

—Gracias.

—Hey, acabo de recordar que tengo algo para ti.— comenta, justo antes de comenzar a comer.

Arqueo las cejas sorprendida, la verdad no esperaba eso para nada.

—¿Para mí?

Coge el bolso que anteriormente se hallaba a sus pies, para depositarlo sobre su regazo. Lo veo hurgar dentro de este durante un par de minutos, hasta que finalmente da con lo que busca.

—Es un regalo por tus dieciocho.

Lo recibo aún sin saber qué decirle o cómo actuar. Me ha atrapado de imprevisto, sin embargo no deja de parecerme un detalle demasiado dulce de su parte el haberse tomado el tiempo para comprarme algo.

Mis labios se curvan hacia arriba en el instante que noto, que es un boligrafo rosa con la cabeza de un perro en la parte superior. Al apretar la cabeza del cachorro, los ojos saltan hacia afuera.

—Me encanta. Yo solía tener uno así cuando pequeña, pero lo perdí al igual que la mayoría de mis útiles escolares durante toda mi vida.

Él.

Se me escapa una carcajada al oírla.

—Bueno, tiene una doble función porque puedes escribir con él, pero también puedes usarlo para desestresarte durante los exámenes, especialmente en matemáticas.

Imita mi acción anterior.

—No pasaste nada por alto.— asevera.

—Claro que no, imaginé que te vendría bien una manera de eliminar todo el estrés que sueles llevar.— regreso mi mochila a su antiguo sitio.

El Océano Entre NosotrosWhere stories live. Discover now