Cincuenta y dos

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Septiembre 23, 2017.

Apenas acaba la reunión salgo disparado, suplicando al cielo que Anna no se haya marchado aún.
Con un poco de suerte logré escuchar lo que el maestro de música nos decía, las palabras "última" y "presentación" fueron las únicas que se quedaron en mi mente porque probablemente el hombre no paraba de repetirlas.

Avanzo dando grandes zancadas, solo sonó la campana del final del día hace diez minutos, por lo que confío en que la chica todavía no ha abandonado el edificio.
Mis sospechas se confirman cuando la diviso próxima al portal que da al exterior, despidiendo a Zoe con la mano.

Emprendo una carrera veloz para llegar a su lado antes de que atraviese la puerta igualmente.

—Anna— toco su hombro para captar su atención.

Se sobresalta bastante al verme, y puedo percibir que se ha tensado.
Cómo odio esto. Saber que la puedo hacer sentir así me asusta.

—Hola, creí que tardarías más— comenta, moviéndose hacia un costado para no entorpecerle el tránsito a los demás.

—He salido en cuanto el profesor ha finalizado— asevero, respirando profundo para recuperar el aire que perdí en mi corrida hasta acá.

—Genial.

Nos acomodamos en unas bancas de piedra, en busca de un poco de privacidad para nuestra plática interrumpida.

—Escucha, solo quiero decirte que tienes razón. Soy pésimo compartiendo asuntos personales y es injusto pedirte que seas honesta conmigo acerca de lo que te sucede, si yo no puedo hacer lo mismo.

—Lo he notado— corrobora, sonriendo ligeramente.

Advierto que ese pequeño gesto me proporciona calma. Al menos no me detesta tanto.

—Lo sé— río despacio—. Es solo que no estoy acostumbrado a hacerlo o a estar con alguien que le interese de verdad— me acomodo el cabello nervioso—. Eso sonó muy deprimente.

Arruga la nariz, mientras niega con la cabeza.

—Lo que quiero decir, es que todos se acostumbraron a que yo no comparta nada, por eso nadie insiste, pero tú...

—No te dejo en paz— concluye.

Arrastro mi cuerpo por la superficie hasta quedar completamente pegado a ella.

—Tal vez— sonrío—. No quiero que me dejes en paz. Quiero hacer esto bien, sé que puedo ser frustrante.

—Solo un poco.

—Lo intentaré, será difícil. Pero puedo conseguirlo poco a poco.

Me observa detenidamente y acopla su mano en mi mejilla.

—No me interesa que sea fácil. Solo... creo que tener pareja es más que besarse y tomarse de la mano— su tono de voz ha dejado la frialdad desde la última vez que hablamos en el aula—. Esas cosas las puede hacer cualquiera. Cuando estás con alguien, encuentras apoyo y consuelo y descubres que no estás solo en el mundo como siempre has pensado.

—Eres tan jodidamente lista— murmuro.

Admiro su manera de ver la vida y cómo a pesar de todo, jamás ha perdido el brillo constante que ilumina mi mundo.

Temo que hay tanta oscuridad adentro de mí, que si se la enseño, se consumirá su luz propia. Y pese a ello, creo que soy lo suficientemente egoísta para arriesgarme, antes que perderla.

Ríe divertida.

—No es cierto. Solo digo lo que pienso.

—Eso es mucho más de lo que la mayoría de las personas hacen— apunto, entrelazando sus dedos con los míos.— Te quiero muchísimo, Anna.

El Océano Entre NosotrosWhere stories live. Discover now