Veintidos

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Abril, 17. 2017

Ella.

Al llegar a la escuela en la mañana, me dispongo de inmediato a buscar a Felipe. Me siento mal por no haberme podido quedar hasta el final del repertorio musical, que tanto habíamos discutido la semana anterior cuando fuimos a comer.

—¿Qué es esta clase de milagro que estás aquí antes de las 8.30? ¿O acaso estoy soñando?— bromeo, cuando lo encuentro bien sentado en su puesto, al final del salón.

Me enseña la lengua.

—Es una de esas cosas que descubres que puedes hacer, si realmente despiertas cuando suena la alarma.

Río divertida.

—Verdaderamente impresionante.— tomo asiento en la silla que aún se encuentra vacía junto a él. —Por cierto, estuvieron increíbles el sábado. No pude quedarme para felicitarlos, pero fue estupendo.

Me enseña todos sus blancos dientes en una sonrisa.

—Muchas gracias. Sí, noté que te marchaste con tu... novio.

—Sí, es que no se estaba sintiendo muy bien.

Se genera un ambiente incómodo que es bastante inusual entre nosotros. Mas se destruye rápidamente cuando la profesora ingresa a la sala.

—Te veo luego.— me alejo para regresar a mi puesto.

Okey, no puedo hablar de Rai con Felipe, y tampoco puedo hablar de Felipe con Rai, mensaje recibido.

Abril, 20. 2017

Él.

Arrojo mi bolsa en cualquier sitio y me meto a la cocina por algo de beber.

Me siento bastante cansado, el primer periodo de evaluaciones ha comenzado y con él, también las clases extraordinarias para preparar los exámenes de admisión universitaria.

Debo rendir lenguaje y matemática obligatoriamente, al igual que cualquier alumno de último año que desee aplicar para alguna universidad. Y, además, me corresponde el examen de Ciencias Naturales, lo que es biología, química y física.

Todo esto significa, que tengo a lo largo de toda la semana, clases adicionales de todas y cada una de estas materias, lo que da como resultado, el conseguir llegar a casa a las siete u ocho de la tarde aproximadamente.

Deseo infinitamente que todo esto, al menos, valga la pena.

—Hijo, qué bueno que llegaste.— mi madre me encuentra de cabeza adentro del refrigerador.

—Hola, mamá.

Me hago con el jarro de agua y tambien un poco de queso y jamón, lo que pongo sobre una rebanada de pan.

—Tengo noticias.— anuncia, a la vez que se posiciona sobre uno de los taburetes de la cocina.

Vierto el líquido en un vaso.

—¿Sobre qué?

—Te hemos inscrito en el instituto de alemán, junto con tu hermana.

Me quedo helado. Permanezco de pie simplemente, a medio camino entre el mesón y el lavaplatos.

Requiero de unos cuantos minutos para digerir el aviso.

—¿Qué? ¿P-Pero por qué yo?— advierto mi tartamudeo, mas no puedo manejar muy bien lo que estoy sintiendo en este momento.

—Pues, porque si vas a estudiar en Alemania, debes dominar el idioma, cariño.— me explica tranquilamente.

Noto cómo algo ejerce presión en mi pecho y una gigantesca ola de angustia me colma el cuerpo.

El Océano Entre NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora