Mirio Togata

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Maratón Soulmate.

...

Usualmente, Mirio contaba con una sonrisa distintiva y una mirada cargada de buena energía. Sus bromas y su personalidad fuerte pero amable, eran la clave perfecta para ganar la confianza y visto bueno de las personas que le rodeaban. Si bien contaba con características más profundas, con la primera impresión curiosa y alegre de Mirio, bastaba para contar con las sonrisas satisfechas de los demás; un detalle que tenía el privilegio de tener. Sin embargo, aún tras la alegría de su mirada expresiva y la sonrisa en su rostro, Mirio guardaba muy a sus adentros un pequeño inconveniente que pellizcaba con insistencia su sueño de regalar sonrisas y de ser un apoyo para muchos.

Y en ese momento, justo cuando las gotas frías de la lluvia mojaban la punta de sus zapatos y algunas se tomaban la libertad de salpicar su rostro, Mirio experimentaba la sensación de perderse en la vista. Aquello lo confundía, pero era inevitable dejar que su mirada se perdiera en el contraste e insistencia de las gotas caer con rapidez desde el cielo; del piso rebosado en pequeños charcos y el ambiente grisáceo pero a la vez fresco.

—Miras la lluvia como una polilla mira la luz, Mirio. —Había dicho su amigo Tamaki a su lado antes de agregar con un suspiro—: Otra vez...

—¡Ah! —exclamó—. Lo siento. Está pasando otra vez —explicó con voz nerviosa.

—En ese caso es mejor irnos a casa —propuso, dejando en claro su preocupación.

Mirio asintió, guardando su incomodidad. En su camita a la estación, trató de ignorar el intenso e insistente golpeteo de las gotas de la lluvia rebotar en su sombrilla, así como sentía su piel fría por el ambiente que parecía calarle los huesos a tal punto que apretaba con fuerza su mandíbula para que su boca no temblara por el frío. En definitiva, ese año el ambiente y clima eran más potentes.

Apresuró su paso al igual que su amigo al visualizar su destino. Sin embargo, entre el ruido de los autos pasar a su lado y salpicar las aceras húmedas junto al bullicio de una tarde movida por el aguacero, Tamaki se mostró incómodo e inseguro por la expresión estresada y perdida de su compañero. Y aunque parecía perderse en el frío y caminar sin rumbo, Tamaki se tomó el atrevimiento de detener su caminar y sujetar el hombro de su amigo.

—Mirio, ya basta —pidió, quizá, sintiéndose mal por la rudeza que apareció en su petición. Sin embargo, le preocupaba la actitud de su amigo y cómo en cuestión de minutos podía cambiar.

Aún así, ignorando las personas que continuaban su caminar y hacían caso omiso al par de amigos que se mantenían de pié e inmóviles bajo la lluvia, Mirio le miró con nerviosismo.

—Siento que es más fuerte esta vez...

Tamaki suspiró, pero insistió en llegar a la estación. Por lo que luego de estar bajo la protección del transporte y contar con algo de tranquilidad, Mirio habló:

—Este año es más fuerte. No es simplemente sentir que la lluvia intenta decirme algo. Ahora es más... Insistente —explicó sin sonar muy convencido de sus propias palabras—. Es muy complejo.

Tamaki asintió ante la vaga, pero más o menos acertiva explicación de su amigo. Lo sabía; sabía que había algo de Mirio que no encajaba y desequilibraba su actitud alegre y optimista. Simplemente algo que se escapaba de sus manos e iba más allá de una sonrisa y palabras emotivas.

—Estarás bien. En algún momento pasará. —Intentó animarlo, aún cuando sus palabras eran calladas levemente por el bullicio de las demás personas.

Mirio suspiró, asintiendo lentamente. Estaba cansado y nervioso. Sus labios finamente apretados formaban una pálida línea recta y su mirada pesada se mantenía fija en un punto ciego. Si bien su compañero había hecho un intento de tranquilizarle, saber que en cuestión de minutos se enfrentaría con el torrente de lluvia aceleró su corazón y le incomodó de sobremanera. Sin embargo, cuando se despidió de su amigo y entró a su hogar con rapidez, se permitió respirar.

Aún la lluvia caía a cántaros fuera de la calidez de su hogar para cuando estaba intentando concentrarse en las responsabilidades del instituto y su piel comenzó a picar con insistencia, molestándole levemente.

—Ya basta... —murmuró inquieto mientras rascaba la piel de su brazos.

Parecía ilógico e inimaginable, pero Mirio podía jurar que externo a su habitación, lo único que podía escuchar era la lluvia caer fuera del lugar; no había ningún otro ruido que le distrajera. Todo aquello le aturdía e inquietaba. Sin embargo, entre su desespero y angustia, se sorprendió a sí mismo tomando una sombrilla y colocándose un impermeable.

Sentía que para acabar con aquello, de alguna manera u otra, tenía que encarar el problema.

No sabía cómo, pero a veces actuaba bajo un impulso que ocultaba de vez en cuando bajo una capa de lógica y preocupación, sin embargo, lo que experimentaba era una especie de instinto. Algo que nacía en su interior y que no tenía el conocimiento para explicar. Y aún, tras caminar sin rumbo entre las calles y aceras de la ciudad, Mirio sentía algo inigualable crecer en su interior; una sensación curiosa y cálida que estrechaba su corazón.

Siempre era así. Desde que tenía uso de memoria, había tenido cierta fascinación con la lluvia y lo que podía llegar a significar. Para él, no era un simple clima, tampoco significaba un ambiente decaído pero fresco en el que podía tomarse un tiempo para reflexionar sobre la vida y dejarse llevar por el sonido relajante de lluvia. Era algo más profundo y especial; distinto. Y aunque nunca pudo expresarlo con palabras, ahí estaba: siguiendo un hilo invisible, caminando sin un rumbo específico.

Algo lo guiaba, porque podía asegurar que sus pies, que a simple vista se movían por instinto, de alguna manera sabían a dónde se dirigían. Él mismo escuchaba el golpeteo de su corazón rebotar en sus oídos mientras mordía inquieto la parte interna de sus mejillas, sin embargo, al estar frente a frente en la entrada de un parque vacío, Mirio supo que debía entrar.

Y lo hizo. Y de alguna manera, sus ojos se movían con rapidez en busca de ese algo que siempre intentó encontrar; aquello que la lluvia cada año intentaba transmitir.

Estaba agitado. Era notorio debido a su respiración irregular y sus movimientos rápidos. Sin embargo, cuando un destello de decepción había hecho chispa en su mente, vio a alguien. Una figura en mitad de un campo verdoso y húmedo, mientras era bañada por las gotas de la lluvia.

Parecía relajada, como si una cascada suave cayera sobre su cuerpo. No obstante, con una sombrilla en el suelo y siendo empapada por la lluvia, ella no se movió. Hasta que la presión de una mirada la hizo voltear. Y Mirio, sintiendo su respiración atascarse, también la miró con sorpresa.

Y lo supo. Lo supo gracias al escalofrío que recorrió su cuerpo y se instaló en su corazón para hacerlo latir de forma desenfrenada, pero tampoco ignoraba el leve temblor en sus manos y aquella sensación indescriptible que le acompañaba. Era increíble y mágico cómo en cuestión de minutos habían corrido hasta quedar frente a frente y admirar el brillo en los ojos ajenos, sintiendo sus emociones aumentar y cosquillear su piel expuesta a la lluvia.

Un jadeo escapó de los labios de la chica, mientras que su rostro era enmarcado por sus cabellos húmedos a la par que goteanban pequeñas gotas de las puntas. Ella estaba notoriamente asombrada, pero una risa pequeña y llena de sorpresa escapó de sus labios mientras una sonrisa adornaba su expresión, conmoviendo al chico frente a ella.

Mirio, desde que nació, no había contando con una marca o una indicación obvia sobre cómo podía encontrarse con su alma gemela. Era algo que le inquietaba y le hacía sentir inseguro; a veces pensaba que nadie podría estar con él y no estaba destinado a compartir su vida con alguien. Pero allí estaba ella, igual de sorprendida, pero dejando expuesta sus sensaciones cuando saltó a abrazarlo.

Sólo ellos dos sabían lo que sucedía. Aquel abrazo sólo confirmaba la emoción creciente en su pecho y que podía compararse con un remolino abriéndose paso en su corazón. Sin embargo, cuando ella se separó y mostró una sonrisa sencilla pero auténtica, Mirio sintió su mundo cobrar color.

Entonces, supo que la lluvia había hecho su trabajo. Ahora dejaba un vacío donde anteriormente hubo sensaciones incómodas e insistentes, pero que ahora iba a ser ahuecado por unas manos cálidas y suaves que estaban dispuestas a darle apoyo.

Fue en ese momento que Mirio sonrió, sabiendo que finalmente estaba completo.

Fin.

My Hero Academia x LectoraWhere stories live. Discover now