( I T ) Bill Denbrough X Stanley Uris

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Narra Bill:
Cuando sonríe, cuando lo veo tan tranquilo, su perfecto perfil, la forma en la que se dirige al hablarme... Provoca una extraña sensación, la cual la he ignorado durante todo este tiempo. Supongo que es por el hecho de que estoy cansado, ya que regreso demasiado tarde a casa después de las aventuras que tengo con Los Perdedores, sobre todo si eso involucra a IT. He hablado con mamá y papá, ninguno me da la respuesta que quiero... Son comentarios como “Es una sensación que provoca tu cuerpo y hace que te sientas confuso ” o algo así como “No lo sé, ayudame con la cena para que te sientas mejor”.

Aún recuerdo esa misma noche que mamá preparaba su deliciosa lasaña y pay de manzana como postre. Sin duda luego de hacerle la pregunta, tuve que ayudar sin rechistar.

Estaba tan centrado en ese momento en lo que sentía que en vez de poner una pizca de levadura a la lasaña fue al contrario del pay de manzana.

De costumbre siempre antes de dormir, acabo con la energía que me queda en dibujar a Beverly. Sin embargo al colorear los rizos de un hermosos rojizos, me doy cuenta de que ahora son un oro de ensueño y en la parte superior dibujo un kipá. Al acabarlo es evidente que la fuerte sensación es la clara obsesión que siento hacia Stan.

.:: Flashback ::.

Mis padres por el momento no se encuentran, ya que tomaron unas vacaciones (así es, se fueron sin mí, pues no querían lidiar con mis problemas respecto a la perdida de mi hermano Georgie). Aprovechando su ausencia invité al Club de Los Perdedores. Sin duda tenemos demasiadas cosas de las cuales hablar y eso involucra a (el malnacido) Henry Bowers.

Cuando escuché los pequeños tintineos y risas compartidas me dan el aviso de que han llegado. Entran poco a poco, todos con una sonrisa radiante en sus rostros. Toman asiento, nos saludamos entre sí conversamos. En este momento la significante sensación se hace presente, sobre todo cuando Stan y yo nos lanzamos miradas de vez en cuando, incluso puedo decir que cualquier sentimiento que tenía hacia la pelirroja de Beverly los he suprimido.

Sin más llega un momento en el que (curiosamente), el rizado propone jugar a las escondidillas. Accedemos y para decidir quien va a contar, hacemos una ronda de “piedra, papel o tijeras” al final terminó por contar Mike (quien rechistó con un simple “Esto es demasiado infantil y absurdo”).

Sin más entramos a la casa, en cuanto Mike cuenta del 1 al 60, ya todos están buscando un lugar perfecto en el cual esperamos y no nos encuentren.

Por mi cuenta entro al armario que está en la primera planta, las puertas son de cortinilla y estas las entrecierro un poco.

— 35... 36... 37... — escucho la voz de mi amigo a lo lejos y en ese momento veo al rizado algo desesperado por encontrar buen sitio en donde esconderse. Abro la puerta, asomo mi cabeza, lo llamo haciendo un ademán con mi mano y enseguida entra —. 50... 51... 52... — apenas si llego a ver al rizado con claridad. Además puedo escuchar su respiración, tranquila pero entrecortada —. 57... 58... 59... ¡60! Listos o no, aquí voy — avisa. Me remuevo dentro del armario y mi mano roza con la suya —.

— Espero no nos encuentre — musita a lo cual enseguida sonrío —.

— L-Lo mismo di-digo — respondo, por lo menos así puedo disimular mi nerviosismo —.

Doy un paso hacia enfrente. Choco con él, mi manos tocan su pecho y las suyas apenas tocan mi cintura.

— ¿Te encuentras bien? Parece que estás algo nervioso — y niego. Reacciono segundos después (estamos en plena oscuridad y no creo que tenga visión nocturna para verme) —.

— N-No... Tra-Tranquilo, e-estoy b-bien — aseguro, levanto mi cara. Nuestras respiraciones chocan, la suya en mis labios y viceversa. Adoro este momento. Trago en seco. Sus manos ahora sostienen mejor mi cintura, provocando que mi pecho esté cerca del suyo —.

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