4. Secretos

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Acabo de descubrir la única desventaja de una ventana tan grande, esa era que el sol me llegaba directamente a la cara interrumpiendo mi sueño, la abuela tenía razón respecto a las cortinas.

Estiro mi cuerpo completamente para tener el valor de levantarme de la cama, era tan cómoda que sería un delito no seguir en ella. Era el inicio de un nuevo año, no celebramos como habría querido o como lo hacían en el pueblo, pero es comprensible ya que la abuela es demasiado recatada para fiestas de año nuevo. Me pongo en pie, estaba nerviosa porque las clases empezaban mañana, no había el suficiente tiempo para procesar la idea de estar en un lugar nuevo, con personas que eran por mucho mejores que yo, estoy asustada.

Salgo de la habitación, recorro el pasillo y la abuela sale de la suya.

-Buenos días, linda, pasa para poder entregarte el uniforme.

Obedezco e ingreso a su habitación, estaba tal cual recordaba y tenía el aroma característico de la abuela: vainilla y canela.

Della abre su closet, de el extrae un portatrajes y me lo entrega.

-Espero que sí te quede, si es que no fuera el caso aun podemos hacerle algunos ajustes. Ve a probartelo después me dices si necesita arreglos, desayuna por favor.

Sale con rumbo a su cafetería, no podía esperar para ver el uniforme escolar así que voy con rapidez a mi habitación para poder verlo.

Abro el portatrajes quitando con delicadeza el uniforme que estaba acomodado en un gancho. El atuendo constaba de una fina camisa blanca, un chaleco jersey azul marino con tres líneas que tenían una sincronía de: amarillo, guindo, amarillo; en la parte del cuello y tenía bordado el escudo de la escuela en el lado izquierdo, una falda tableada en corte "A" de color gris.
También encuentro medias largas del mismo color del chaleco, me dispongo a probarmelo.
Me sentía extraña, me quedaba exacto, pero ni había usado ropa ceñida en mucho tiempo, me sentía insegura porque todos podrían verme y notar lo flacucha que soy. Me desvisto del uniforme y lo guardo en el closet, tomo a Milo y bajamos a la cocina por el desayuno.

Le doy de comer a Milo, pero el hambre ya no invadía mi estómago, había sido remplazando por los nervios que me producía el usar ese uniforme mañana.

Dejo al Capitán Milo salir al jardín, subo a mi habitación y me doy un baño corto, salgo, seco mi cuerpo, tomo pantalones deportivos y un polo gris, era tan holgado que sus mangas cortas me llegaban por debajo de los codos. Estaba aburrida, quería salir a recorrer la ciudad, tomo una gorra antes de salir de casa con dirección a la cafetería en búsqueda de la abuela.

Entro a esta y el chico de ayer vuelve cometer la misma equivocación.

-Buenos días amigo, ¿qué desea que le ofrezca?

Lo observo apenada, me quito la gorra y tiene una cara que grita <<¡tierra, tragame!>>.

-Hola... -saludo en voz baja.

-Discúlpeme por favor, creí que era un muchacho.

-Pierde cuidado, siempre me pasa. ¿Está mi abuela?

-No, salió hace algunos minutos.

-¿Te molesta si me quedo a esperarla?

Sin Salida Where stories live. Discover now