25. Con las alas cortadas

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Katia:

Era finales de Julio, estaba agotada con todas las entrevistas a las que me llevo mi madre y lo único que quería era dormir o regresar a la preparatoria para quitármela de encima.

—¡Niña! Levantese ya, llegara tarde a la sesión de fotografías.

—Ya estoy nana —me pongo en pie —, puedes pasar.

—¿Cómo amaneciste?

—Bien, gracias.

—Ve a desayunar, te prepararé el baño.

—Está bien.

Bajo las escaleras y Lucrecia me sirve el desayuno.

—Buenos días señorita —acomoda la mesa.

—Hola Lucrecia, ¿y mi madre?

—Ya vendrá a tomar el desayuno junto a usted, permiso. —se retira.

Tomo mi jugo de naranja y lo acompaño con la ensalada de frutas.

—¿Aún no estás lista? —la voz de mi madre martilla mi cabeza.

La observo y luce diferente.

—Acabo de despertar.

—Date prisa, tenemos mucho por hacer.

—Está bien —me llevo un bocado de las frutas.

—¿Qué estás comiendo?

—Ensalada de frutas con yogurt griego.

—¡Oh no! Dame eso —me arrebata el plato —¿mango? ¿plátanos? ¿frutos secos? ¡¿quién te preparó esto?!

—¿Por...?

—¡Amy! ¡Amy ven aquí de inmediato! me interrumpe con sus gritos y empieza a tocar la campanilla.

—¿Si señora? —viene la ama de llaves a toda prisa.

—¿Quién hizo esto?

—Lucrecia, señora.

—Escucha Amy, no quiero que le den estos alimentos de nuevo. Katia seguirá una nueva dieta, por la noche te entregare una lista de alimentos que debe comer y que no ¿entendido?

—Si señora.

—Llévate todo eso y preparale un smoothie de sandía y papaya.

—Inmediatamente.

Amy levanta las comida de la mesa y se la lleva así como se lo ordeno mamá.

—¿Una nueva dieta? —pregunto desconcertada.

—Claro que sí ¿te has visto a un espejo Katia? ¡estás hecha una vaca! Todo eso tenía carbohidratos, comerás solo lo que te diré.

—Pero ya no puedo, estoy muy delgada ¡tengo migrañas por los alimentos que dejé de consumir!

—¡No me contradigas! ¡harás lo que yo diga!

Amy trae lo que mi madre le ordenó y empiezo a beberlo, no dejo que mis lágrimas caigan.

Acabo el "desayuno" y voy a mi habitación para darme un baño, me relaja y hace que olvide el mal sabor de boca que me dejó mi madre durante el desayuno.

Salgo de la bañera, visto ropa deportiva y me ato una coleta con un pañuelo.

—¡Katia! ¡vamos ya!

—¡Ya voy!

Me doy prisa y salgo de casa, cuando estoy apunto de embarcarme al auto veo como el Subaru BRZ negro de Anthony que le obsequiaron sus padres por su cumpleaños número dieciocho se aparca en la entrada. Lo veo bajar y mi madre enloquece al verlo y va a saludarlo.

Sin Salida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora