Capitulo 1

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ADVERTENCIA: Muchos de los personajes en esta historia utilizan un lenguaje obsceno y grosero. Las escenas de sexo son bastante explícitas (tanto las Supercorp como las Agentcorp). G!P Kara y Alex.Se habla sobre compartir pareja Así que si algo de esto no te gusta, aconsejo que no sigas leyendo.




Por lo general, a Lena Luthor no le importaba pedir favores. Si su padre hubiera estado en la ciudad, no le hubiera molestado pedirle que se pasara por la tintorería. Ni molestar a alguno de sus hermanos para que le comprara la leche.

Pero hoy no le pediría ayuda a su familia. Lo que necesitaba no era algo que se considerase normal.

Respiró hondo. Podía hacerlo. No, tenía que hacerlo si quería hacer realidad la fantasía que llevaba siete años rondándole la cabeza.

Salió del coche bajo aquella húmeda tarde y estudió la casa de ladrillo rojo. El exterior, con un macizo de azaleas de vistosos colores y un césped recién cortado, parecía cuidado. Era un edificio elegante con aquella fachada de piedra. El inmaculado balcón blanco y las columnas de estilo dórico. No se oía ni un solo ruido que perturbara los verdes campos del este de Texas, el lugar parecía muy tranquilo.

Nadie podría adivinar jamás qué depravaciones ocurrían en esa casa. De hecho, Lena había ido allí para descubrirlas personalmente.

Para averiguar si podía soportarlas.

Cerrando los dedos temblorosos en entorno en la correa del bolso, se armó de valor y se acercó a la pesada puerta de roble. Pensó lo hermoso que era el paisaje marino de la vidriera de colores y llamó.

Contra toda lógica, esperó que Kara Danvers no estuviera en casa.

¡Uf! ¿Cuánto tiempo hacía que no la veía? ¿Cinco años? Quizá más. Ojalá pudiera pasar otros cinco años o más sin tener contacto con ella.

De hecho, imaginar su cara era todo lo que hacía falta para hacerle rechinar los dientes y pensar en asestarle un par de puñetazos. Cuando Lena tenía diecisiete años, Kara había despertado en ella una curiosidad que la atemorizaba, pero que al mismo tiempo no había podido ignorar. La única vez que había intentado hacer algo al respecto, iniciando una sencilla conversación, Kara la había rechazado sin ningún miramiento.

Durante mucho tiempo la había odiado por ello. Ahora, en vez de evitarla, iba a tener que pedirle el favor de su vida. Y haría cualquier cosa para que no se lo negara.

Apartándose un mechón de la cara, Lena se obligó a no comprobar una vez más el brillo de labios. El rímel no se le había corrido; lo había comprobado unos minutos antes.

Los pantalones de color oliva, aunque cómodos, habían sido una mala elección. Los compensaba con una provocativa blusa blanca de encaje que le ceñía los pechos y con el escote bajo y redondeado para llamar la atención. Había completado su atuendo con unas sandalias blancas de tacón alto que sabía que le gustarían, pero que, maldita sea, le hacían polvo los pies.

No tenía sentido seguir postergando aquello un minuto más. Tragando saliva, Lena volvió a llamar.

—Ya voy —anunció una amortiguada voz femenina.

¿Kara? Había pasado demasiado tiempo y Lena había borrado de su memoria todo lo que concernía a aquella mujer. Pero jamás había olvidado del todo aquella voz profunda y suave.

Sintió mariposas en el estómago cuando oyó ruido de pasos aproximándose a la puerta.

Había ensayado mil veces lo que iba a decir. Kara pecaba del mismo comportamiento severo de su padre y sus hermanos, y no le gustaba la gente que se andaba con rodeos o sutilezas. Así que sólo esperaba soltar el discurso sin fastidiarla.

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