Capitulo 22

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Casi la había perdido dos veces en las últimas semanas, primero con Jack Spheer, luego por la bomba de un psicópata. Las pruebas de aquello último eran visibles en el cuerpo de Lena en forma de puntos y magulladuras. Si ahora se alejaba de nuevo, ¿volvería a tener otra oportunidad con ella o por el contrario la ruptura sería para siempre?

Aquella posibilidad era demasiado dolorosa.

—Por favor, saboréame —le imploró Lena con suavidad, apartando los dedos de Alex y pasando sus propios dedos por su brillante sexo.

Luego levanto un dedo mojado hacia ella como un manjar tentador.

Antes de poder respirar o pensar, Kara dio un paso más y se dejó caer de rodillas. Le aferró la muñeca con fuerza y se metió aquel dedo en la boca, succionándolo como una mujer poseída. Gimió al degustar aquel sabor almizcleño que no había podido olvidar.

Fresco, salado y dulce a la vez, delicado. Incluso después de horas el gusto a almizcle de su sexo, de su piel, permanecía en su lengua. Era tan ella. Era perfecto.

Kara la sujetó por las caderas, ansiosa por atraer a Lena hacia su cuerpo y hundirse en ella como si fuera un postre exquisito.

—No. —Alex le rozó de nuevo el clítoris y luego le cubrió el monte de Venus, negando a su prima el sabor del néctar de Lena.

Kara apretó los dientes, observando cómo Alex presionaba el sexo de Lena rítmicamente hasta que ella se aferró a los brazos de la silla de la cocina y gimió por alcanzar un clímax que la chef le negó de nuevo.

—Fóllala. —Ahí estaba el nuevo reto de Alex.

Kara levantó la cabeza de golpe. Alex lo decía en serio. Completamente en serio.

Observó a su prima durante un instante. Alex no sugería nada que Kara no hubiera pensado y ansiado hacer más de lo que su limitado vocabulario de cavernícola fuera capaz de expresar en ese momento.

—Por favor ¡Oh, por favor! —suplicó Lena interrumpiendo sus pensamientos, con voz estrangulada— Te necesito.

Soltando el aliento, Kara no hizo más que mirarla fijamente mientras le imploraba. La cabeza le daba vueltas. Quería darle lo que necesitaba. Todo lo que necesitara. Dios lo sabía, pero

—Ahora —le instó Alex— o lo haré yo.

Kara se agarró con desesperación a la silla.

—Alex

—Fóllala —insistió— o lo haré yo.

«Oh, maldición». Sintió un estremecimiento.

Inspirando profundamente, Kara volvió a mirar a Lena. No podía ignorar los implorantes y sinuosos movimientos de la mujer que ruborizada de pies a cabeza la observaba con una mirada ardiente y entornada.

—No es eso lo que ella quiere.

—¿Y qué crees que quiere en este estado? Necesita correrse. Me he asegurado de ello.

—Debería de tener la mente despejada para acceder a esto. Tal y como está ahora

—Lena dijo que sí antes de que entráramos en la cocina. Antes de que le pusiera un dedo encima. Quiere que hagamos el amor con ella. La única pregunta aquí es, ¿cuál de las dos lo hará primero?

Alex acababa de acorralarla. Santo Dios, ¿por qué? No cabía duda de que ella había tenido muchas veces la fantasía en la que la follaban juntas. «¡Maldita sea Alexandra!». Pero Kara no se hacía ilusiones. Si no tomaba ella a Kara, lo haría Alex.

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