Epilogo

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Cinco años después

Kara entraba sigilosamente en aquel apartamento que compartía con la mujer que ocupaba todos y cada uno de sus pensamientos desde el momento en que apareció pidiéndole ayuda en la puerta de su casa.

Cuando cerró la puerta se dio cuenta de que todo estaba demasiado silencioso. Por la hora que era pensó que tal vez ella aún estaba durmiendo. Tratando de no hacer mucho ruido, atravesó el largo pasillo que separaba el comedor de las habitaciones para dirigirse a la suya.

Abrió la puerta de la gran habitación despacio, esperando encontrar a la morena dormida y ocupando toda la cama, como solía hacer siempre que ella no estaba en casa. Pero la imagen que encontró le hizo sentir que su corazón se inflaba de puro amor.

Llevaba tres semanas fuera del país en una misión especial. Había estado pensando mucho durante ese tiempo lejos de su hogar, pero fue en ese momento, después de ver aquella tierna imagen, cuando decidió que esa sería su última misión lejos de casa.

Ahí, una junto a la otra en la gran cama del cuarto que compartía con su esposa, Kara encontró dormidas a Lena y a su hija, Kieran, con uno de sus brazos sobre el abdomen de su madre. Kieran era una niña físicamente igual que Lena pero con los ojos y el mismo carácter que Kara. La pequeña había llegado a sus vidas hacía dos años para darle a la pareja lo único que les faltaba para sentirse como una familia completa.

Amaron a Kieran desde el día en que el doctor confirmó el embarazo de Lena, y tanto sus tíos, Winn y Lex, como su abuelo y su tía Alex estaban más que encantados con la llegada de la pequeña. De hecho, Kara, bromeando, siempre se quejaba de que todos la consentían demasiado.

Cuando se casó con Lena, Kara pensó que nada igualaría al sentimiento tan grande que experimentó al ver a la morena caminar hacia el altar del brazo de su padre para dar el "sí" definitivo que la convertiría en suya para siempre. Sin embargo, todo eso quedó en nada el día en que, junto a una exhausta Lena tumbada en la camilla de aquel hospital, vio por primera vez la cara de su pequeña hija.

El embarazo de Lena fue una sorpresa para las dos, pero a diferencia de aquel falso embarazo que las asustó años atrás, la noticia hizo a Kara la mujer más feliz del mundo.

Fue una etapa complicada. Para Lena porque durante gran parte del embarazo sufrió de malestares y raros antojos; y para Kara porque tenía que soportar a una Lena embarazada las veinticuatro horas del día.

Siendo sincera, Kara debía admitir que le gustó cuidar de ella durante ese periodo, excepto aquellas veces en las que la morena le pedía que comprara el helado con el sabor más raro que pudiera imaginar y ella, como buena esposa, tenía que recorrer toda la ciudad en su búsqueda si no quería pasar la noche en el sofá. O cuando Lena la despertaba de madrugada para tener sexo. En realidad no se quejaba. Solo por ver como la barriga de Lena crecía poco a poco y experimentar aquel sentimiento el día en que vio a Kieran por primera vez, Kara supo que mereció la pena totalmente pasar por aquellos momentos.

Estaba tan metida en sus pensamientos, que no se percató de que Lena empezaba a despertar. La morena, aún algo somnolienta, se asustó al ver una silueta apoyada en el marco de la puerta. Cuando distinguió que aquella silueta no era sino su mujer, no pudo evitar intentar saltar de la cama para saludarla como se merecía después de tres semanas. Pero unos pequeños brazos se lo impidieron.

—¡Cuidado, la vas a despertar! —exclamó Kara entre susurros, acercándose a la cama al ver las intenciones de su mujer.

—¡Kara! ¿Qué haces aquí? —susurró Lena emocionada y abrazando a la rubia cuando ésta se sentó en la cama.

DECADENTWhere stories live. Discover now