Capitulo 14

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—¿Qué tal los ensayos? —le preguntó Lena a Jack cuando éste entró en la suite del hotel a media tarde casi una semana más tarde.

Iba sin camisa y con el pelo mojado por la ducha reciente. Con una toalla en la mano y una botella de agua en la otra, recorrió la estancia con gracia perezosa. Los músculos de sus hombros se movían sinuosamente cada vez que se frotaba el pelo con la toalla, y la nuez le oscilaba arriba y abajo al beber el agua. Sus rasgos perfectamente simétricos esbozaron una sonrisa igual de simétrica.

En los últimos cinco años, Jack había madurado definitivamente. No era sólo un niño bonito, sino que se había convertido en un hombre realmente guapo. No era de extrañar que su rostro apareciera en posters, vallas publicitarias y portadas del mundo entero. Tras largos años de comunicarse con él sin verlo, Jack estaba aturdida de nuevo por su belleza.

Le gustaba mirarle. Sólo mirarle. No sentía ningún impulso de tocarle. Por el contrario, se moría por ver unos ojos azules, un pelo largo y risado y una dura cara llena de lujuria por ella.

Maldita sea, tenía que dejar de pensar en Kara. Eso no la ayudaba en absoluto. «¡Céntrate, Lena!». Lo que sí que la ayudaría sería sentir el ardiente deseo de estar desnuda con Jack, el mismo deseo que sentía cuando Kara la miraba o Alex la besaba tan tiernamente. Pero ese deseo de revolcarse y acostarse con Jack seguía sin aparecer. En los últimos días incluso había sentido alguna chispa por él, brillantes y fugaces como el flash de una cámara, que luego desaparecían.

Pero nada más.

Y parecía que tampoco Jack se hubiera sentido lleno de deseo por ella. La había besado dulcemente todas las mañanas y tiernamente cada noche, y luego se había ido a la cama, dejándola a ella sola en la suya. Gracias a Dios. Pero Lena no podía evitar preguntarse si había algo malo en ella para que nadie quisiera tomar su virginidad.

Confundida por todo ello, Lena sacudió la cabeza.

Pero ahí no acababa todo. En tan sólo unos días, Kara, una mujer de la que se había jurado a sí misma no enamorarse, había irrumpido en su corazón y se había instalado en lo más profundo de ella.

Se sentía como una tonta. Amar y echar de menos a una mujer que jamás correspondería a sus sentimientos era una insensatez. Jack había estado en sus sueños, en sus planes, durante mucho tiempo. Se suponía que iban a compartir la vida. Cierto que él ya no era el mismo adolescente despreocupado y alegre que ella recordaba. Pero ella tampoco era la misma mujer. Ya no lo veía todo de color de rosa. Y mucho se temía que Jack no tenía lo que ella necesitaba.

—El ensayo ha sido la misma jodienda de siempre. —Hizo una mueca como si recordara que ella estaba allí— Tampoco es que me sorprendiera. No todo el mundo puso el máximo empeño en hacer su trabajo. Los gilipollas tenían resaca —Puso los ojos en blanco— Para colmo tenía a la prensa encima todo el rato. Parece que no tienen otra cosa que hacer que sacarme en las noticias cada vez que toso. Ojalá no me siguieran a todas partes, pero Carl no hace más que animarlos. Todo por mi imagen.

—Seguro que sus intenciones son buenas. El concierto de esta noche será genial, ya lo verás. —Lena se esforzó en parecer comprensiva, como una amiga debería serlo. Pero no estaba familiarizada con el lado gruñón de Jack.

—Carl sólo busca llenarse los bolsillos. Es un avaro hijo de perra. Si no fuera uno de los mejores en su trabajo, le habría dado una patada en el culo hace tiempo. Actúa como si yo necesitara un jodido padre que me mantuviera a raya.

Lena no había visto demasiado a Carl, pero sí lo suficiente como para saber que aquel hombre consideraba su deber evitar que Jack se autodestruyera.

DECADENTWhere stories live. Discover now