Capitulo 28

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Con unos envites largos y duros, Kara gimió jadeando ásperamente mientras penetraba profundamente a Lena, que le ceñía el miembro mientras ella se movía contra su cerviz. Bajo su cuerpo, Lena se retorcía, jadeaba, se ablandaba.

Pero para Kara eso no era suficiente, no era lo suficientemente profundo. Tenía que envolverla, llenarla. Rodeándola con los brazos, introduciéndolos entre su espalda y el colchón, le alzó el pecho contra el suyo y empujó con más fuerza. Jadeando con frenesí, consumida por un fuego interior, fusionó su boca con la de ella y la penetró de nuevo. Lena respondió con un estremecimiento y un gemido. Pero aun así, seguía sin ser suficiente. Jamás lo sería.

Siguió moviéndose con dureza y rapidez, deslizando su carne resbaladiza dentro de la de ella de una manera que era a la vez el cielo y el infierno. Una exquisita tortura. Cada palpitación de la vagina de Lena la llevaba más cerca del olvido. Ella era todo lo que Kara había querido siempre y que nunca creyó que existiera o que se mereciera. Y no pensaba dejar aquella cama hasta que Lena estallara en otro orgasmo y gritara roncamente su nombre.

—Kara —la voz de Alex interrumpió el ritmo salvaje con el que embestía en ella— ¡KARA!

—¿Qué? —gruñó.

—Sé más suave.

¿Más suave? «Maldita sea».

Kara bajó la mirada llena de deseo hacia Lena. Los ojos color esmeralda estaban dilatados y un impulso eléctrico recorrió su miembro cuando ella gimió de necesidad y desasosiego.

—¿Te hago daño?

Sí, Kara sonaba como si se hubiera pasado un papel de lija por la garganta. «¿Y qué?».

Antes que Lena pudiera contestarle, Kara la penetró con otro largo envite hasta el fondo de la vagina. El movimiento provocó en Lena un estremecimiento y una ardiente sensación o al menos eso dedujo por la manera en que le arañó la espalda y se arqueó hacia ella, mientras la estrechaba con su sexo.

—¿Te lo hago? —exigió saber.

—No. Más. ¡Oh, Dios mío, quiero mucho más! ¡No pares!

Las palabras de Lena hicieron desaparecer cualquier barniz de civilización que le quedara. Embistiendo contra ella como una maníaca enloquecida de lujuria, Kara la estrechó contra su cuerpo, inmovilizándola y obligándola a aceptar la brutal necesidad de cada uno de sus envites mientras poseía su boca con un beso desesperado.

—Bueno, parece que no me necesitáis aquí después de todo. Así que me voy —Kara oyó a Alex por encima del rugido de su corazón.

Su prima se levantó y atravesó el dormitorio hacia la puerta.

El impacto de saber que Alex la dejaría allí sola con Lena, hizo que se detuviera. Se quedó paralizada. Como si alguien le hubiera arrebatado el placer y despojado del deseo. La sangre abandonó su erección, y el temor sustituyó el deseo.

«¿Qué demonios?». Aquello no le había ocurrido nunca. El pánico se coló en sus venas como agujas punzantes.

«¡No, no, no!». Eso no podía estar sucediendo. Quería hacer el amor con Lena, quería que fuera sólo suya. Pero su cuerpo no opinaba lo mismo.

«¡Oh, mierda!». Su erección estaba desapareciendo. ¿Cómo? ¿Por qué sucedía aquello de repente?

Kara cerró los ojos, intentando centrarse en el sexo, en cualquier cosa que devolviera la vida a su miembro.

«Nada». En ese instante, supo que no podría correrse si Alex se marchaba.

«¡Maldita hija de la gran perra!». ¿Qué coño le pasaba? Quizá debería preguntárselo a Imra. Oh, espera ella estaba muerta.

DECADENTWhere stories live. Discover now