Capitulo 25

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Kara jamás había sentido inclinación por las artes de la Dominación y Sumisión; podía practicarlas o no. Pero en aquel momento, la idea empezó a rondarle la cabeza. Reprimió sus impulsos.

—Ya está —dijo paseando la mirada por los pechos de Lena. Eran muy hermosos, y el recuerdo de lo sensible que eran sus pezones la «¡Maldición!» — No me gusta la idea de salir de este escondrijo, pero sé lo que sientes.

Encontraré una manera segura de que puedas ir a ver a tu padre. Dame unos días.

—¿Y qué pasa si no aguanta tanto? Por favor— Levantó su mirada hacia Kara, que se sintió desgarrada por dentro— ¿No podemos ir ahora?

Ojalá pudiera decirle que sí. Pero no podía ceder a los deseos de Lena solo por parecer buena con ella.

Su trabajo—su responsabilidad— era cuidar de ella.

—No, pero iremos en cuanto sea posible. Te lo prometo.

—Pero

—Gatita, sabes que si tu padre estuviera consciente, estaría de acuerdo conmigo.

Lena suspiró con resignación.

—Por favor, arréglalo todo lo antes posible.

Kara salió de la habitación. Maldita sea, no quería hacer aquello, pero Lena adoraba al coronel. Negarle eso sería hacerle daño, y ella no podía hacerlo. Con un suspiro, cogió el teléfono y llamó a Emma, a Winn y a otros amigos. A los cinco minutos regresó.

Al entrar al dormitorio, observó que Lena ya no estaba atada, sino envuelta entre los brazos de Alex, escuchando sus tranquilizadoras palabras.

Kara no pudo evitar deslizar la mirada por ella, con unos ojos —estaba segura de ello— llenos de lujuria. Joder, tenía que apartar el sexo de su mente y dedicarse a protegerla.

—Emma y Winn se pondrán en contacto con nosotras pronto. Irás a ver a tu padre. Idearemos un plan, te lo prometo. —la besó en la boca suavemente.

Con un gemido, Lena abrió la boca y se arqueo hacia ella. Kara dudó, sorprendida. Luego aceptó el beso que le ofrecía Lena y saboreo su agradecimiento, así como su desesperación.

Al cabo de un rato levantó la cabeza.

—¿Lena?

—Abrázame, por favor.

Las lágrimas que anegaban sus ojos hicieron pedazos el corazón de Kara. No se le daba bien eso de consolar, pero ¿cómo podía decirle que no? ¿Por qué debería hacerlo si tenía la excusa perfecta para estar cerca de ella?

Kara se relajó a su lado, enterrando la cara en su cuello mientras le rodeaba la cintura con un brazo.

—Aquí estoy.

—Tócame.

Si la tocaba más, acabaría manoseándole todo el cuerpo, y su mente —junto con toda la sangre de su cuerpo— descendería directamente a su miembro.

Pero Lena necesitaba que la reconfortara, así que se limitó a acariciarla con ternura. O al menos lo intentó. Kara no se consideraba precisamente un cruce entre osito de peluche y una amiga. Se perdió en aquellos ojos, en aquel perfume, en esa piel suave y excitante. No podía estar cerca de ella sin ponerse dura. Se sintió una auténtica pervertida y cerró los ojos.

—Kara —murmuró Lena.

—¿Si, gatita?

—Haz que desaparezcan mis preocupaciones por un rato. Por favor —Arqueó sus caderas hacia ella —Ámame.

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