Capitulo 26

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Vestida con una peluca corta de color castaño y ropas conservadoras que parecían salidas del catálogo de Land's End, Lena entró en el hospital acompañada de Regina. Emma y Kara las seguían, camufladas en las sombras, pero lo suficientemente cerca como para arrancar los brazos a quien se metiera con ellas.

Estaba segura de que se estaban pasando. No, estaban siendo paranoicas. ¿Quién querría hacerle daño y por qué? Sí, era extraño que alguien hubiera estado llamándola desde un teléfono imposible de localizar, negándose a dejar mensajes, pero ¿por qué tenía que ser un acosador? La verdad era que su padre tenía muchos más enemigos de los que ella pensaba. Y si alguien quería hacerle daño a ella, ¿por qué hacer explotar la casa de su padre? Aquellas llamadas tenían que ser de alguno de aquellos jodidos paparazzi deseosos de airear más trapos sucios de Jack.

Pero por la tranquilidad de Kara y para ver a su padre, Lena se había prestado a formar parte de aquella pantomima.

A Emma y a Kara no se les escapaba nada. «Nada en absoluto». Lena estaba acostumbrada a tener gente así a su alrededor, pero ellas no le sorprendería el hecho de que tomaran nota del número de calzado del ordenanza o de la marca de las lámparas del techo.

Al parecer, habían consultado los planos del hospital por adelantado o algo por el estilo. Tras entrar en el edificio, fueron directamente a la sala de maternidad, luego se metieron en una escalera de servicio y cogieron el único ascensor de personal. Momentos después, salieron a un pasillo sólo para personal autorizado donde esperaban un guarda de seguridad que estrechó la mano de Kara.

Luego accedieron a un corto pasillo que daba a la habitación de su padre. Lena casi se desmoronó ante la imagen.

Él parecía tan frágil. Todavía conservaba los músculos y el bronceado del verano, pero parecía pequeño con todos los monitores, tubos y máquinas que rodeaban aquella cama estéril y cuyos pitidos ahogaban su respiración débil.

Su pelo canoso había sido rapado por completo. Parecía como si no fuera su padre, no había movido ni un músculo en los dos minutos que ella llevaba mirándolo.

—Venga, gatita —susurró Kara, deslizándole el brazo protectoramente alrededor de los hombros— Lo haremos juntas.

La condujo a la única silla de la habitación. Lena vio que Emma cerraba la puerta y se quedaba fuera, bien para hacer guardia o para darles privacidad. Regina acompañó a su esposa, dejando a Lena y a Kara a solas con el coronel. Kara se sentó y la atrajo hacia su regazo.

Lena no lloraba. Eso sólo disgustaría al coronel si estuviera consciente. Y no le haría ningún bien, no importaba lo mucho que deseara echarse a llorar. Así que extendió el brazo para tomar la mano laxa de su padre entre las suyas y la apretó.

—Hola, papá. Espero que puedas oírme. Quiero que te pongas bien, por favor. La vida no es igual sin ti soltando órdenes. —Intentó sonreír.

Lena dudó al no haber respuesta. No era que esperase una. Aun así, en el fondo de su corazón había esperado que se recobrase milagrosamente del coma al oír su voz, pero eso sólo ocurría en las películas.

Y, últimamente, su vida era todo menos eso.

De cualquier manera, se alegraba de verle. Era un alivio observar cómo su pecho subía y bajaba.

—Señor —Kara se dirigió a él con respeto— estoy cuidando de su hija.

—¿Y qué más estás haciendo con ella? —dijo una voz con tono afilado desde la puerta. Alexander.

El hermano mayor de Lena era todo lo que ella no era. Frío y controlado. Serio y aparentemente carente de sentido del humor. Lex siempre había sabido con exactitud qué quería de la vida, qué no quería, y cómo superar los obstáculos que se interponían en su camino. No hacía amigos fácilmente, pero la gente siempre lo temía y lo respetaba.

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