Capitulo 4

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El tema de que era virgen y de reclamarla realmente no le molestaba a Lena. De hecho, dudaba mucho que lo hiciera. Lo más probable es que Kara no hubiera pensado apenas en los riesgos del sexo convencional como no fuera para decir que «no vírgenes» se correspondía mejor a «ningún tipo de compromiso».

—¿Debo decirle a Alex que regresarás a tiempo para la cena?

Kara volvía a mostrar una expresión neutra, y, esta vez, Lena no buscó bajo la superficie. Dudaba que Kara fuera lo suficientemente sensible para tener sus propios demonios personales, pero si los tenía, ella no quería conocerlos.

—¿Cocinará ella? Pues allí estaré.

Kara no sonrió. De hecho, parecía tan alegre como una mujer condenada a muerte.

—Te estaremos esperando.

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Kara estaba tomando una cerveza en la cocina cuando Alex abrió la puerta principal y apareció Lena al otro lado. Parecía tan condenadamente inocente con una blusa blanca de encaje y una coqueta falda de flores, que ella rechinó los dientes.

Tenerla allí no auguraba nada bueno. «Maldición».

El indicio de picardía en los ojos de Lena no fue lo que la excitó; estaba así desde hacía veinte minutos, cuando había estado pensando en ella. Pero el deseo que hacía brillar sus mejillas envió una nueva oleada de sangre a su miembro cuando Alex la invitó a entrar. Ella aceptó con una sonrisa y entró en el vestíbulo con sus sandalias de tiras.

Durante toda la tarde, su prima se había comportado como un cachorro jadeante ante la promesa de un nuevo juguete. Había adulado a Wiletta, su vieja asistenta, quien se encargaba de limpiarles la casa. Alex también se había pasado las últimas cuatro horas preparándole a Lena un delicioso plato de pollo, cuyo nombre Kara no sabía pronunciar, además del postre, una complicada tarta de chocolate y fresas. Kara negó con la cabeza.

Alex había comprado cuatro cajas de fresas y había escogido las mejores para la confección del pastel. Pero Kara dudaba que lograran llegar al postre.

No tenía que preguntarle a Alex el porqué de todo ese esfuerzo. Su prima quería creer que finalmente habían encontrado a la mujer que podría complementarlas, la mujer que podía querer lo que ninguna otra mujer querría estando en su sano juicio: disfrutar de una relación a tres bandas con una militar retirada y una chef temperamental.

Al parecer, Alex se había olvidado de las miles de veces en que Kara había insistido en que no quería una relación permanente.

Aun así, su prima seguía insistiendo en que Lena sería de ellas, quién sabía por qué. Kara le había señalado repetidamente que sus miembros no penetrarían el dulce sexo de Lena. Que si ella iba allí, era sólo para familiarizarse con los ménages y para prepararse para complacer a otro hombre.

Nada de eso había importado. Alex seguía convencida de que Lena podría ser «la única». Dulce y curiosa. Suave y con un gran corazón. Según Alex, Lena era perfecta para vivir con dos mujeres tan complicadas como ellas. Kara bufó. Sí, seguro que aquello terminaba como el final feliz de los cuentos de hadas.

Pues no sería así, y Alex tendría que descubrirlo por sí sola. Kara estaba cansada de señalarle lo evidente. Aun así, tenía que admitir que había algo en Lena que la ponía a cien.

Haciendo una mueca ante la erección que tensaba la bragueta de los pantalones ajustados que Alex había insistido que se pusiera, alzó la botella de cerveza y dio un largo trago. Mierda, estaba más dura de lo que nunca recordaba haber estado y lo único que había hecho era ver cómo Lena atravesaba la puerta con una sonrisa vacilante.

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