Capitulo 9

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—Quiero hablar contigo —le dijo Lena a Kara a la mañana siguiente mientras se sentaba ante la mesa de la cocina donde ella estaba tomando un café.

Le sentaban bien aquellos pantalones cortos de algodón y el top. Su mirada furiosa, sin embargo, era otra historia.

—Alex está dormida —continuó Lena— Así que no puede hacerse una «idea equivocada». Y no puedo esperar a decirte esto.

Kara se puso tensa. Estaba buscando pelea, pura y dura.

—No tengo ganas de hablar.

—Vale, entonces escucha.

El que Lena hablara con tanta dureza no presagiaba nada bueno. Pero esa mañana, había en su tono de voz un ligero temblor. No era de sorprender, ya que el día anterior se había comportado con ella como una auténtica idiota. Pero o guardaba las distancias o se la tiraba. Sabía que ella quería mantenerla a distancia, no entre sus muslos.

Chica lista. Kara se podría pasar toda la vida follándola.

—Tienes tres minutos.

—No me hace falta tanto —Ahora sonaba cabreada, lo que era todavía mejor. Así podría controlarse. Además, si estaba enfadada, es que estaba bien. Era la vulnerabilidad de Lena lo que no podía soportar.

Aquellas lágrimas la noche anterior... Dios, escucharla llorar en los brazos de Alex casi había acabado con ella. Alex la había tranquilizado, susurrándole al oído. Pero esos suaves sollozos y jadeos temblorosos casi habían minado la determinación de Kara. Quería ser ella quien la consolara. Si la hubiera abrazado, si la hubiera acariciado la noche anterior, hubiera acabado haciendole el amor. No la hubiera follado, no. Habría sido un suave y dulce acto de amor para tranquilizarla. Lo que hubiera creado un lazo afectivo entre ellas.

Había resistido por el bien de Lena y su propia cordura.

Primero celos y ahora eso. ¿Qué demonios le pasaba? Lena inspiró con fuerza.

—Después de lo que ocurrió ayer por la mañana y luego por la noche, no puedo quedarme. Tú no me quieres aquí, y no hace falta que me expliques por qué. Gracias por la ayuda. Recogeré mis cosas y me iré a las diez.

«¿Qué demon...? ¿Se iba a marchar?». Sus palabras deberían haber sido un alivio, pero Lena era una luchadora.

¿Por qué cedía de repente y se retiraba? ¿Y por qué el mero pensamiento de dejarla marchar era como una cuchillada en su corazón?

Lena le dio la espalda. Incluso así, no pudo evitar ver la expresión vulnerable de su rostro cuando se levantó y cruzó la cocina para regresar a la habitación. Podía dejar que se marchara, debería de dejar que se fuera...

«¿Podía? ¿Debería?»

Kara se puso en pie y se apresuró a cortarle el paso.

—Así que sabes por qué no quiero que estés aquí. ¿Y qué es lo que crees saber?

Lena frunció el ceño con incredulidad.

—Sé lo que la gente ha dicho de mí desde que pasé por la pubertad. Es raro que no me maquille y nunca me pongo vestidos. Odio el encaje y nunca creeré que los pantys sean un gran invento digan lo que digan. Jamás dominaré el arte de reír tontamente o pestañear. Me gusta pescar, odio cocinar y puedo beberme un pack de seis cervezas en menos de cuatro minutos si alguien me desafía a hacerlo. —Alzó la cabeza, luchando contra las lágrimas y Kara vio en su expresión cuánto le molestaba eso— Soy muy poco femenina. Y sé que mucha gente, entre las que te incluyo, piensan que soy un fenómeno de feria.

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