Capitulo 33

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Lena se acurrucó en la cama en posición fetal, colocó la almohada bajo la cabeza e intentó dormir. No tuvo suerte, pero tampoco le sorprendía. Esos días su vida se parecía mucho a una telenovela. «Un triángulo amoroso, un embarazo no deseado, un posible acosador psicópata». En realidad, sólo faltaba una buena pelea de gatas o alienígenas para rivalizar con cualquier culebrón de sobremesa.

No, no le sorprendía la falta de sueño, aunque llevaba cansada la mayor parte del día; era uno de los síntomas de embarazo, según había oído. Suspiró. Pronto iría a ver al médico para que le confirmara su estado, le diera una fecha aproximada del parto y le explicara qué ocurriría en los siguientes nueve meses. Luego se lo diría a su familia. Lena se encogía de miedo al pensar en cómo reaccionarían Winn y Lex.

Incorporándose, le dio un puñetazo a la almohada y la recolocó de nuevo. ¿Por qué no lograba encontrar una postura más cómoda?

«Toc, toc, toc». Una pausa. «Toc».

«¿Qué diablos era eso?».

Aquellos ruidos eran extraños y parecían provenir de la salita. Sí, era su primera noche de vuelta al apartamento, pero había vivido allí lo suficiente para conocer los sonidos habituales. Y esos que estaba oyendo no lo eran.

En el piso de arriba vivía una familia con niños que no hacían más que correr de un lado para otro hasta cerca de las once. Los recién casados del piso de al lado mantenían relaciones sexuales todas las noches —por lo menos una vez— y ella podía oír los rítmicos movimientos de la cama contra la pared. Pero ese sonido era muy sutil. Como si alguien estuviera intentando no hacer ruido.

De hecho, sonaba como si alguien estuviera forzando una de sus ventanas.

Saliendo de la cama, Lena se puso en pie. Agarró con nerviosismo el móvil de la mesilla con una mano húmeda y se presionó el estómago revuelto con la otra. Se aproximó al pasillo con intención de investigar el ruido cuando oyó pasos sobre el suelo de madera. Era un ruido suave, como si alguien estuviera avanzando lentamente. Aquel sonido era muy claro y no dejaba lugar a equivocaciones.

Descalza, atravesó la habitación con rapidez, se metió en el vestidor y cerró la puerta. Luego marcó el 911 y entre susurros le dio su dirección a la telefonista. La operadora le pidió que se quedara donde estaba y que esperara a la policía.

Los pasos sonaron cada vez más cerca, con lo que quedó claro que esperar a la caballería no era una opción. Iba a tener que defenderse ella sola.

En ese momento se sintió orgullosa de todas la horas que había pasado practicando autodefensa y artes marciales con sus hermanos, de cada minuto que había pasado siendo su sparring y todas las pruebas de resistencia a las que se había visto sometida por ellos.

Oyó que los pasos entraban en el dormitorio, se detenían, daban una vuelta por la habitación y luego, se encaminaban al vestidor.

Al apretarse contra la pared interior del vestidor, su mano chocó contra algo sólido, de madera. Sonrió, sintiéndose sumamente agradecida de pertenecer al equipo femenino de softball de la urbanización. Aquel imbécil estaba a punto de llevarse una buena sorpresa.

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A Kara le habían sudado las palmas de las manos desde que había salido de Dallas.

Casi veinticuatro horas después de que Lena hubiera dejado caer la bomba, estaba preparada para hablar con ella. No, tenía que hablar con ella. Así que había conducido hacia el oeste, a través de la oscura noche, con las entrañas retorciéndose como si estuvieran conectadas a un cable de alta tensión.

DECADENTWhere stories live. Discover now