Capitulo 31

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Lena partió hacia Dallas a las ocho de la mañana en el coche de Alex con la misma maleta diminuta con la que había llegado. Con la única diferencia de que ahora tenía el corazón roto.

Se había despertado alrededor de las cinco de la madrugada, sola. La había encontrado dormida en el sofá de "la guarida", Lena no pudo evitar leer entre líneas. Después de todo, ella se había pasado la noche en su cama, que era lo suficientemente grande para que las dos se acurrucaran juntas. Y, sin embargo, Kara había elegido el sofá de piel del otro extremo de la casa. Lena no necesitaba que se lo deletrearan; había captado el mensaje.

Sorbió por la nariz mientras tomaba el desvío a la autopista y encendió la radio, resuelta a pensar en el futuro sin tener que deshacerse en lágrimas de nuevo.

Iba a tener un bebé. Iba a ser una buena madre, una buena enfermera y a vivir cerca de su familia. Sin duda, su padre y sus hermanos pondrían el grito en el cielo cuando anunciara que iba a tener un hijo pero que no pensaba casarse. Para algunas cosas eran muy anticuados. Pero lo superarían. Si insistían en que les revelara el nombre de quien la había dejado embarazada y no se había portado «bien con ella» para darle lo que se merecía, les diría que Alex le había propuesto matrimonio y que ella la había rechazado. Tendrían que conformarse con eso. El que Kara fuera la otra madre del bebé no le incumbía a nadie.

Cuando estaba cerca de casa, llamó a Winn. No es que quisiera hablar con él, pero tenía que saber cómo estaba su padre y cuándo le darían el alta. Era mejor preguntarle a él que a Hunter que todavía se comportaba con la misma calidez de un glaciar.

Él respondió al primer timbrazo y le ladró:

—¿Lena?

Dios, le había aparecido su nombre en pantalla.

—Buenos días.

—¿Dónde estás?

—Estoy llegando a mi apartamento.

—¿De verdad? ¿Por fin has recuperado la cordura y has abandonado a la parejita?

No, había perdido la cordura del todo y arruinado la vida de dos mujeres maravillosas, que jamás recuperaría.

—Se acabó. Yo le he puesto fin. Dejémoslo así.

Ya le hablaría más tarde sobre el bebé. Cuando se sintiera más fuerte. Cuando su padre estuviera mejor. No por teléfono. Ni desde luego, antes de encontrarse en condiciones de enfrentarse a ellos.

—Me alegra oírlo.

Su tono insinuaba que ella finalmente había hecho lo correcto, pero Lena no lo veía así. No. Se sentía fatal, y la actitud de Winn acabó con el poco control que le quedaba.

—¿Por qué? ¿Qué tenías contra ellas?

—Me tomas el pelo, ¿no? Tú, entre todas las personas, deberías de saber con exactitud por qué no querría que esas pervertidas bastardas estuvieran cerca de mi hermana. Me dan ganas de vomitar cada vez que pienso en las cosas que han podido hacerte a la vez, sin duda. Las mismas que habrán hecho a docenas de

—¿Pervertidas? —Oh, Winn siempre conocía la manera perfecta de inflamar su temperamento. Sabía que no debería de entrar al trapo, pero— Mira quién fue a hablar. Tú, que tienes que darle latigazos a una mujer y provocarle dolor para sentirte lo suficientemente hombre como para tener sexo con ella.

—Maldita sea —gruñó él— Eso ha sido un golpe bajo. Y no tiene nada que ver con la reali —aspiró profundamente— Nos estamos desviando del tema. Lo importante es que las has dejado y no piensas volver con ellas.

DECADENTWhere stories live. Discover now