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La rabia consumía el cuerpo de Aldana. Sus pasos se aceleraban a cada segundo que pasaba. Checo todos las aulas posibles en las que Marina pudiera estar, hasta que llegó a los vestidores de mujeres.
Aldana empujó la puerta con fuerza haciendo que chocara con la pared. Marina estaba dándole la espalda mientras tecleaba algo de su teléfono.
— Ya estarás contenta— Golpeó la espalda de Marina haciendo que el teléfono de ella cayera al suelo.— Joder, que yo pensaba que en verdad querías ayudarme.— Río amargamente— ¡ahora me doy cuenta que eres una puta ladrona!.
— Aldana yo no se de...— la mano de Aldana choco con la mejilla de Marina haciéndola callar.
— ¡¿Como pudiste hacerme esto?!— La rabia hacía que las lágrimas no dejaran de salir de los ojos de Aldana
— Lo lamentó— susurró.
— No— pasó su mano con agresividad por sus mejillas—¡Se supone que eras mi amiga!.—
Marina se mantenía callada.
— ¿Hiciste esto para que?— Pregunto con enojo— ¿Para que tu padre saliera de la cárcel? ¿Es eso?— Aldana empujó nuevamente los hombros de la peli roja— Sabes que Marina, las joyas que robaron, no importa. Necesito los documentos, así que si esa carpeta no está en mi mochila para el día de mañana. Tu y toda la escuela sabrá el tipo de persona que es Marina Nunier.
Aldana limpio sus lágrimas y acomodó su cabello. Abrió la puerta de los vestidores y salió como si nunca hubiera tenido aquella conversación.
Su padre tenía razón, las personas no son tus amigos solo por que ríes con ellos o pasas buenos momentos, hay que esperar hasta que una situación dura pase es cuando en verdad sabes con quien confiar.
Aldana camino hasta su taquilla nuevamente. Tomó el libro de su siguiente clase y lo cerró nuevamente.
— Aldana— Azucena se encontraba frente a ella— ¿cómo estás?.
— He estado mejor— sonrió falsamente.
— Quiero que sepas que en el colegio estamos para lo que necesites.
Ella asintió sin más y camino hasta el salón de clase.
Todos la observaban de una manera que Aldana entendía perfectamente.
— ¡Que me ves!— confrontó a uno de sus compañeros— Gilipollas.
Tomó asiento en la parte más alejada del salón. Evitó la mirada de sus amigos que conversaban sobre ellos, claramente conversaban sobre Aldana ya que se susurraban entre sí.
Las voces comenzaron a inundar su cabeza y todo parecía nublarse.
— Aldana— Una voz entre su mundo de ideas y pensamientos comenzó a soñar dentro de ella.— Aldana.
— ¿Que?- Pregunto de manera enojada.
— ¿Estas bien?— Polo estaba frente a ella esperando una respuesta.
—¿Por que no te vas a la mierda , Polo? Y me dejas en paz .— Aldana abrió el libro y trató de comenzar a leer.
— Al final de cuentas la verdad siempre sale a la luz, ¿a que si, Marina?— Insinuó Lucrecia al ver a Marina entrar al salón nuevamente.
— ¿Por que no te callas un rato, Lucrecia?— Preguntó harta Aldana.— Estoy hasta los cojones de ti, ¡Ya no te soporto!. Siempre me estás jodiendo a mi o a Nadia, entienda que Guzmán no te quiere.
Todos en el salón se quedaron callados y escucharon con atención a las dos chicas.
— No podemos esperar mucho de una mentirosa. Incluso ya hasta estar comenzado a delirar.— Se burló.
— Vete a la mierda, Lucrecia— Aldana entre cerró los ojos— y todos ustedes también.
Aldana tomó su mochila y salió del aula echando humos. Llamo al chofer y este la condujo a su casa.
Su padre se encontraba en la sala. Con el teléfono en su mano. Aldana se acercó a él. Su padre observó la expresión en los ojos de Aldana que hizo que su corazón se apretara por dentro.
— Aldana— la llamó—
— No.— negó con la cabeza— no voy a declarar en mi contra, no voy a dejar que hagas como si nada haya pasado, ¡Soy tu hija!— Grito.— He estado tan perdida, he estado perdiendo la cabeza, y ni siquiera lo han notado. Ni siquiera les importa, a ti solo te importa tu compañía— Aldana observó a su madre— y a ti que no pierda esa estúpida competencia que ni siquiera quiero participar.
Sus padres la observaron con tristeza. Habían descuidado a su hija demasiados años y apenas lograban verlo.
— El juicio es en dos semanas .— informó su padre con pena.
Aldana asintió y caminó hasta su habitación. Se observó al espejo con rabia. Su puño chocó con su reflejo. Los pedazos de cristal cayeron tocando sus piernas desnudadas.
Los brazos de su madre envolvieron su cuerpo alejándola del destrozo.
— Tranquila— su madre la arrulló— Todo estará bien, lo lamento Aldana.
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