CAPÍTULO 1

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Quedan menos de cinco minutos para que suene la alarma de mi móvil, no he pegado ojo en toda la noche. Me pasa desde que soy una niña, nunca puedo dormir bien antes de un día importante, ya sea el día de la foto de la orla, el día de mi cumpleaños o el día de San Valentín. Los nervios siempre me pueden y en vez de dormir me dedico a planificar mi día: qué ropa llevaré, qué peinado me sentaría mejor o simplemente lo que voy a desayunar.

Aunque a penas he descansado decido levantarme y poner en marcha mi día. Me dirijo a la ventana para subir mi cortina y la persiana para que entre la luz del sol y le dé claridad a mi pequeña habitación. Se me hace raro pensar que a partir de mañana no dormiré más aquí, pasará un mes antes de que vuelva a dormir entre mis sábanas y le dé la vuelta a mi almohada para quedarme con el lado fresquito. Echaré de menos las fotos de mis amigos en la pared, sobre todo la de mi perrita Secret, en un abrir y cerrar de ojos estoy cogiendo la polaroid de mi mascota y metiéndola entre las páginas de mi diario. Si no voy a ver a mi perrita en 31 días amenos que la pueda sentir cerca.

Tengo tiempo de sobra para asegurarme de que no me falta nada en la maleta, y como no, la vuelvo a revisar por octava vez en menos de veinticuatro horas. Aún me quedan muchas cosas que hacer antes de salir de casa y dirigirme a la estación de AVE en Barcelona para recoger a mis amigas. Son tan solo las seis y tres minutos de la mañana y el agua ardiendo de la ducha está comenzando a tener su efecto, siento como poco a poco los músculos de mi cuello se van destensando y se va calmando la molestia que tenía en las cervicales de no dormir bien.

Como hoy me toca conducir durante casi todo el día he optado por ponerme unos jeans cómodos y una sudadera ancha, ya que aunque estemos en julio sigue haciendo frío por la mañana, como soy previsora llevo una camiseta de tirantes debajo por si aprieta el calor y no me puedo cambiar.

Bajo a la cocina y cojo un plátano y un par de galletas, ya que no quiero comer demasiado, no me apetece mucho echar la pota en cuanto pillemos un par de curvas en la carretera.

Siento que me olvido de algo y subo las escaleras hasta mi habitación para tratar de recordar que me puede faltar y entonces recuerdo que no he cogido los auriculares.

Los meto rápido en la bolsa de tiras que llevaré conmigo durante el viaje, la cual contiene lo esencial como la funda de mis gafas, pañuelos, una botellita de agua y el cargador de mi móvil.

Reviso mi teléfono por si hay algún mensaje de las chicas, el último que he recibido es uno que me ha mandado Lucía a las cuatro y media de la mañana informándome de que ya se había subido al tren junto con Claudia, Maria y Paula. Junto a ese mensaje me ha enviado una foto de las cuatro sonriendo y haciendo morritos sentadas en su correspondiente vagón. Me quedo embobada mirando la foto durante dos minutos pensando lo afortunada que soy de tener amigas como ellas, hasta que me doy cuenta de que si no me doy prisa llegaré tarde a recoger a Estela. Sus padres se han tenido que levantar muy pronto para poder acercarla a Barcelona, ya que es de Zaragoza y no podía coger el tren.

Justo me llega un mensaje suyo avisando de que le queda media hora para llegar al lugar acordado para recogerla.

Sin perder un segundo me recojo el pelo en un moño desordenado y me pongo mis fieles converse blancas, me dirijo a la entrada donde cojo las llaves de mi furgoneta.

Es una Volkswagen antigua de color rojo, es todo un orgullo para mí poder decir que es mía, ya que me costó muchísimo trabajo conseguir pagarla. Con una pequeña ayuda de mis padres y trabajando de niñera/ profesora de repaso conseguí ahorrar el dinero.

A día de hoy la cuido como si fuera mi hija, sin darme cuenta mi perrita me ha seguido hasta el mismo garaje y está intentando subirse al maletero como hace siempre. La intento bajar con un leve empujoncito pero no cede, me veo obligada a decirle algo.

Well... why not?Where stories live. Discover now