CAPÍTULO 13

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María está en el suelo de la ducha, tiene las piernas encogidas y antes de que yo llegara la cabeza entre sus rodillas. Por lo rojos que tiene los ojos parece que lleva llorando un buen rato, me acerco y me siento a su lado. Le paso un brazo por encima de sus hombros y le pregunto

—¿Qué ha pasado? —ella se sorbe la nariz e intenta secarse las lágrimas con la manga de su sudadera. Dice algo ininteligible entre tantos sollozos

—Bueno no importa, todo va a estar bien —la abrazo y ella comienza a llorar más fuerte, no tengo ni idea de por qué lo hace.

—Ivette —parece que ha recuperado un poco el aire —mi... mi... —se le vuelve a romper la voz y estalla otra vez en un llanto que me parte el alma, lo único que puedo hacer es abrazarla y esperar a que esté lista para contármelo.

Después de varios minutos sin movernos parece que está dispuesta a hablar.

—A mi abuela la ingresaron en el hospital hará cerca de un mes —ay no —antes de empezar este viaje fui a visitarla al hospital. —está haciendo su mayor esfuerzo para poder seguir hablando —Yo intenté decirle que cancelaría el viaje, que prefería quedarme con ella... —la pobre vuelve a llorar como una niña pequeña. Sé lo que es perder a un ser querido y lo mal que se pasa.

—María lo siento muchísimo... —ella hace un gesto con la mano, dando a entender que quiere seguir hablando.

—Ayer antes de irme a dormir —se le rompe la voz y tarda unos segundos en recuperarse —la llamé y estuve hablando con ella.

—María si no quieres no hace falta que me lo cuentes... —Si quiere hablar conmigo seré la primera en escucharla, pero no quiero que se sienta obligada a contármelo si aún no está preparada. Parece no importarle, ya que sigue hablando

—Le expliqué que lo primero que haría después de volver del viaje sería ir a verla y le prometí que le llevaría un collar hecho por mí, con las conchas que encontrara en la playa. —Las lágrimas le caen a borbotones —y ella me dijo

—Hija mía, lo que realmente quiero que hagas es disfrutar de tu vida, ya tendrás tiempo de arrepentirte de haber hecho cosas... —ella imita una pequeña risa, supongo que es lo que haría su abuela —Debes recordar que vida solo se tiene una y que la tienes que aprovechar al máximo. Te quiero con locura bichito mío.

—Después de eso me despedí diciéndole "Ya nos veremos abuela, te quiero". —a parte de ella, ahora la que está llorando soy yo —y esta mañana —no sé de donde está sacando la energía para seguir contándome esto, es una chica muy fuerte. —Me ha llamado mi madre diciendo que se ha ido —hasta ahora no me había dado cuenta de que tenía la mano derecha cerrada, me la acerca y la abre. Lo que tengo delante de mis ojos me acaba de romper el corazón. —Estas son las conchas que había elegido para su collar.

Dicho esto se vuelve a derrumbar en un mar de lágrimas y lo único que puedo hacer es quedarme en el suelo de aquella ducha, abrazando a mi amiga.

Cuando al fin consigo animarla un poco le doy la idea de hacer el collar y que se lo quede ella, así tendrá un recuerdo suyo para siempre. Ella accede y me explica que se siente obligada moralmente a volver con su familia y estar con ellos en estos momentos.

—Mi madre me ha dicho que en una semana será el entierro y me gustaría estar presente... —no sé ni por qué me está dando explicaciones...

—María te entiendo perfectamente, y estoy segura de que las demás también lo entenderán. —digo, ya que aunque me sepa muy mal que María se tenga que marchar siempre la apoyaré.

—¿Te puedo pedir un favor más, por favor? —parece mentira que de verdad lo tenga que preguntar

—Haré todo lo que necesites con tal de ayudarte.

—¿Me podrías acompañar al aeropuerto? —por el tono en el que lo dice debe estar hecha polvo

—Será un placer —le ofrezco una sonrisa y ella baja la mirada

—Pero, solo tú por favor. —No entiendo por qué quiere que vayamos las dos solas pero si es lo que quiere, ya sea por el motivo que tenga se lo merece.

—No hay problema —le afirmo y me ofrece una media sonrisa

Nos ponemos en marcha hacia los bungalows y podemos comprobar que ninguna se ha levantado aún. Ella recoge sus pertenencias y las coloca en las maletas, mientras que yo me doy una ducha rápida. En menos de treinta minutos nos encontramos en el aparcamiento del camping esperando a un taxi.

Nos toca un conductor amable pero poco parlanchín, lo que nos viene genial por la situación en la que estamos. Nos explica que hay ochenta y ocho kilómetros hasta el Aeropuerto de Marsella-Provenza y que tardaremos aproximadamente una hora. Nos ponemos las dos los auriculares y sin darnos cuenta, mientras admiramos la carretera y el paisaje ya hemos llegado.

Acompaño a María hasta la fila de embarque para su vuelo y la abrazo muy fuerte a modo de despedida.

—Muchas gracias por acompañarme, significa mucho para mí —dice ella de nuevo con lágrimas en los ojos

—No hay por qué darlas —dicho esto la abrazo aún más fuerte.

—¿Me puedo ir tranquila sabiendo que le explicarás a las chicas el por qué me he ido?

—En cuanto llegue se lo cuento, y estoy segura de que te entenderán. —me sonríe y añade

—¡Pasadlo bien de vacaciones! —me sabe muy mal que se tenga que ir pero es su decisión y la comprendo.

—Te echaremos muchísimo de menos —le doy un último abrazo y me despido de ella viéndola subir por la escalera mecánica.

Doy media vuelta y me dispongo a salir del aeropuerto, paso por delante de un Starbucks que antes no había visto y mis tripas empiezan a rugir. Me acabo de dar cuenta de que no he comido nada en toda la mañana, no me lo pienso dos veces antes de entrar y pedirme un frappuccino mocca blanco y un muffin de vainilla y chocolate.

Me ha costado bastante que la chica del mostrador entendiera lo que estaba pidiendo, creo que debería mejorar mi francés. Ella me dice que me puedo sentar en mi mesa y que enseguida traen mi pedido. Aprovecho este pequeño descanso para revisar mi móvil y a pesar de que son las once de la mañana no tengo ningún mensaje de las chicas, decido avisarlas por si acaso de que llegaré en una hora y media y que no se preocupen. En cuanto llegue al camping les tendré que explicar la razón por la cual María se ha ido, no sé si tiene planeado volver en algún momento con nosotras pero si es así, la recibiremos con los brazos abiertos.

Me entretengo mirando videos en instagram de atardeceres y de adolescentes con monopatines. Me relaja mucho ver este tipo de videos y imaginarme a mi como la protagonista de ellos. Tengo que aprender a patinar algún día, debe de ser genial poder montar tu solo y patinar hasta recorrerte media ciudad... Algo me disuade de mis pensamientos.

—¿Ivette?¿Eres tú? —esa voz me resulta muy familiar, levanto la cabeza y observo a un chico alto de pelo oscuro enfrente de mí. Lleva un delantal de Starbucks y una bandeja con lo que parece ser mi pedido.

—¡Adrien, qué sorpresa!

Well... why not?Where stories live. Discover now