Camille Rotford es una importante organizadora de bodas, conocida en una pequeña ciudad de Australia. Sin importar el corto tiempo que a esta mujer le dan, crea las mas asombrosas bodas que podrán ver en sus vidas.
Lo mas irónico es, que Camille no...
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9 de marzo del 2019
La fiesta termina siendo todo un éxito, los novios me agradecieron infinidades de veces y están dispuestos a recomendarme con unos amigos que están por casarse pronto. Me voy satisfecha a mi casa, igualmente ya me encargué de informar a parte del personal para que mañana limpien y ordenen, para entregarlo impecable.
Entro a mi auto y ajusto el retrovisor, veo mis ojos azules reflejarse en el espejo. A pesar de ser las tres de la mañana, mi rostro no muestra signos de cansancio, sin embargo, si lo siento. Mi cuerpo pide a gritos un baño en el jacuzzi de mi departamento, con música relajante de fondo.
La residencia donde vivo queda a veinte minutos del salón de fiestas y a pesar de ser madrugada, todavía hay movimiento en la ciudad y no solo por ser viernes sucede esto, en donde vivo es común ver a las personas transitar las calles a cualquier hora y es una de las cosas que más me gustó al mudarme aquí. Al principio creí sentirme sola ya que no tenía a nadie, pero una vez salí a caminar en la madrugada y para mi sorpresa conseguí en el camino a personas que, aunque no vería nunca más, me entregaron una parte de ellas que me hacían sentir en casa.
Abro el portón eléctrico del edificio, espero paciente a que abra por completo y luego voy hasta mi puesto del estacionamiento. Antes de bajarme del carro tomo los tacones que me fallaron el día de hoy y mi cartera, verifico tener todos mis instrumentos de trabajo dentro y cierro el vehículo.
Al dirigirme al ascensor noto que el portón ya cerró y antes de llamar a la caja metálica, decido ir hasta el frente del edificio para poder ver las estrellas. De niña amaba ir con papá a un campo no muy lejos de mi casa para acostarnos en la grama y ver el hermoso espectáculo que nos tenían las estrellas. Es por ello, que todas las noches busco salir a ver las estrellas, con la esperanza de que mi padre esté haciendo lo mismo.
Llego a mi piso y cuando abro la puerta me esperan un concierto de ladridos. Kim se encontraba feliz de verme de nuevo.
—¿Creíste que no iba a llegar, mi Kim? —pongo mi voz aguda como cada vez que le hablo a mi cachorra de seis meses.
Continúa ladrando y saltando por todo el sitio. Dejo mi cartera encima del mesón de la cocina y llevo mis tacones a mi habitación con Kim detrás de mí, coloco a cargar mi teléfono antes de olvidarlo. Decido hacer lo que tenía planeado y empiezo a llenar el jacuzzi que está en mi baño.
—¡Mamá va a darse un baño, Kim!
Las personas creerán que estoy loca por tratar a Kim como mi hija, pero el amor que me entrega esta pequeña es indescriptible. Las mascotas son parte de la familia y Kim es la integrante que necesitaba.
Ella estaba sentada en la entrada de mi cuarto observando cada movimiento que doy. Voy hasta donde guardo mi pijama y tomo ropa interior limpia. Me dirijo al baño y comienzo a limpiar mi cara con toallas desmaquillantes mientras espero que el jacuzzi se llene por completo. Luego de terminar con mi rostro, comienzo a quitar las horquillas que contuvieron mi cabello durante todo el día. Las ondas de mi cabello van cayendo una a una, logrando que el largo de este sea hasta un poco más abajo de mis hombros.