Camille Rotford es una importante organizadora de bodas, conocida en una pequeña ciudad de Australia. Sin importar el corto tiempo que a esta mujer le dan, crea las mas asombrosas bodas que podrán ver en sus vidas.
Lo mas irónico es, que Camille no...
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26 de marzo del 2019
Es martes y me encuentro reunida con una pareja, estamos muy avanzados en cuanto a las preparaciones de la boda y nos encontramos en proceso de la elección de las comidas. Así que Jenn y Andrew, se encuentra probando cada platillo hasta dar con el indicado. Sin embargo, no puedo evitar sentirme molesta por la actitud que tiene el novio. Se ha pasado toda la reunión con el teléfono y sin mostrar mucho interés. Por otro lado, la novia si la veo emocionada y sin saber decidirse.
—¡Todo sabe tan fantástico! No sé por cual elegir —dice otra vez.
—El novio debería emitir alguna opinión —les dedico una sonrisa forzada tratando de disimular mi incomodidad.
—Lo que tú quieras cariño —responde restándole importancia con su mano, aun viendo el teléfono.
Bufo. La novia me sonríe apenada y trata de que él diga algo que nos ayude a avanzar. Es obvio que no siempre los clientes se mostraran dispuestos a colaborar, esperan a que truene mis dedos y tenga todo listo, como si yo pudiera leerles la mente. La novia se da por vencida y rueda sus bonitos ojos color café.
—Creo que me decido por el último que probamos, a mi familia le encantará la comida australiana.
—¿Qué hay de la mía? Solo piensas en tu familia. Te recuerdo que somos alemanes y somos más exquisitos en cuanto a la comida, no esto tan simple —el novio opina de manera despectiva haciendo que yo frunza un poco mi ceño.
—¿Qué sugiere? —intento que me mire a la cara, pero sigue pegado al aparato electrónico.
—Comida de calidad.
—¿Crees que la comida de mi país no es buena? —noto que Jenn pierde su energía alegre y comienza a alterarse.
—Solo le hace falta algo de sabor.
—No parece, porque te has comido todo lo que te han servido sin dejar migajas y sabes muy bien que esto se planeó con semanas de antelación ¿acaso no te importa nuestra boda? —su voz se parte y solo esto hace que el despegue sus ojos del celular.
—Sí me importa, solo que no me gusta nada de lo que comí —se encoge de hombros y vuelve a su postura anterior.
Masajeo el puente de mi nariz mientras escucho como ambos comienzan a discutir. Por suerte nos encontramos en la empresa, en un sitio privado, solo que me da pena que el chef contratado esté escuchando como insultan su comida cuando estuvo muy deliciosa porque sí, yo también comí.
Luego de unos minutos de discusión entre la pareja, finalizo la reunión que terminó siendo un fracaso. Les pedí que me hicieran llegar una lista con platillos de Alemania y así crear un equilibrio entre ambas culturas para luego intentar esto nuevamente. Me disculpo con el chef y me asegura que no debo preocuparme, ha pasado por este tipo de situaciones antes y me deja un poco tranquila. Charles llega hasta mi con un té para relajarme un poco.
