20. BATTLE OF THE FORDS

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𝘼 𝘿 𝙑 𝙀 𝙍 𝙏 𝙀 𝙉 𝘾 𝙄 𝘼: Este capítulo tiene contenido que puede ser sensible y algo explícito para algunas personas

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𝘼 𝘿 𝙑 𝙀 𝙍 𝙏 𝙀 𝙉 𝘾 𝙄 𝘼:
Este capítulo tiene contenido que puede ser sensible y algo explícito para algunas personas.
Si no te gusta leer sobre sangre y tripas, puedes avanzar hasta el primer separador, o bien omitir el capítulo.





Desde las almenas de Aguasdulces se divisaba el Forca Roja y las tierras que se extendían varias leguas hacia el sur; llanas y amplias, sin embargo, debido al crepúsculo solo se podía distinguir con claridad el vado más cercano al castillo, cuya defensa se había confiado a Lord Mallister. Había subido con Lady Catelyn y Brienne cuando se les informó del avistamiento de una columna de hombres al otro lado del río.

Una larga columna de jinetes se agrupó con indecisión cerca del agua, llevaban el estandarte escarlata de los Lannister ondeando al viento por lo alto.

—No deben ser más de cincuenta, mi señora —dijo un caballero.

Los hombres de Lord Mallister esperaban para recibirlos detrás de las rocas y la hierba del altozano. Al toque de una trompeta, los jinetes emprendieron el trote por el agua, levantando salpicaduras en la corriente. Durante un momento ofrecieron un espectáculo impresionante, con las armaduras brillantes, los estandartes al viento, y el sol arrancando destellos de las puntas de sus lanzas.

—Ahora —oyó murmurar a Brienne.

Lo que sucedió a continuación fue difícil de distinguir, pero los relinchos de dolor de los caballos les llegaban a pesar de la distancia, incluso si Sara escuchaba con atención podía escuchar el cántico del acero contra el acero. Uno de los estandartes desapareció de repente cuando su portador se hundió en las aguas, y el primer cadáver no tardó en pasar ante los muros, arrastrado por la corriente. Los Lannister ya habían retrocedido en medio de la confusión. Los vio reagruparse, conferenciar durante unos momentos y volver al galope por el camino por donde habían llegado. Los hombres de la muralla les gritaron en torno burlón, pero estaban demasiado lejos para oírlos.

Milo, un joven aprendiz de barbero con deseos de convertirse maestre, se acercó hasta ella y tocó su hombro.

—Lady Snow —dijo Milo—, el maestre Vyman dice que es hora. Nos veremos en el patio principal.

Sara asintió y pidió permiso a Lady Catelyn para retirarse, cuando ella se lo concedió corrió hasta su habitación. Se amarró en sobre el pantalón que llevaba la vaina de la daga; había improvisado atarla a un ligero pues el maestre decía que los sanadores no debían llevar armas, pero a veces en las guerras soldados del bando contrario entraban a las tiendas a matar a los heridos y habría que defenderse. Encima del pantalón y la ligera franela se colocó una túnica azul oscuro, después un mandil blanco, se puso el dije que le había regalado su mellizo y se cubrió la cabeza como se lo habían ordenado. Tomó el botiquín de madera que llevaba días preparando y salió hacia el patio. Allí se subió al carromato, iba junto a Milo y un mozo de cuadras que se había ofrecido a llevarlos hasta la batalla junto con los insumos y más armas, pues el Maestre Vyman debía quedarse para cuidar a Lord Hoster.

𝐖𝐎𝐋𝐕𝐄𝐍 𝐒𝐓𝐎𝐑𝐌 || 𝐆𝐎𝐓Where stories live. Discover now