25. THE BRAVE COMPANIONS

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A dos días a caballo del camino Real atravesaron una amplia franja de destrucción: leguas de campos ennegrecidos y huertos donde los troncos de los árboles muertos hendían el aire como las saetas de un arquero. Los puentes también estaban destrozados, y los arroyos bajaban crecidos con las aguas del otoño, así que tuvieron que recorrer las orillas en busca de vados. Las noches cobraban vida con el aullido de los lobos, pero no vieron a nadie.

En Poza de la Doncella, el salmón rojo en campo de plata, de lord Mooton ondeaba todavía sobre el castillo de la cima de la colina. Cuando se detuvieron por unos momentos, Sara escudriñó con la mirada el estandarte que ondeaba al viento; la casa Mooton era leal a Aguasdulces.

—Debe ser tentador para ti —dijo Jaime Lannister, colocándose junto a ella—. Lo sería para mí si estuviera en tu lugar; podrías ir con Lord Mooton y pedir que te abra las puertas. Dormirías cómoda en una cama y cenarías un banquete, luego te enviará de regreso a Riverrun, seguramente con una escolta de honor y un carruaje cómodo, aunque supongo que yo no tendría tanta suerte —dijo Jaime levantando un poco las manos, el movimiento hizo tintinear las cadenas. — Seguiría atado y tendría que caminar. Vamos, mírame y dime que no desearías hacerlo...

—Silencio —dijo Brienne con molestia mientras se volvía hacia ellos.

Jaime hizo una mueca cuando Brienne se giró para avanzar y Sara la siguió. Estaba cansada de cabalgar, de cuando en cuando sentía calambres en las piernas y las manos, los ojos le ardían e incluso Jaime había hecho uno que otro comentario despectivo sobre las manchas negras justo debajo de ellos. Necesitaba descansar, pero dormir sin tener pesadillas era imposible, además, tanto ella como Brienne querían llegar lo más pronto posible a King's Landing.

No vieron más seres vivos que unos cuantos perros salvajes que se escabullían en cuanto los oían acercarse, las murallas de la ciudad estaban desiertas; las puertas, destrozadas, y la mitad de las casas y comercios, quemados o saqueados. El estanque del que tomaba su nombre la ciudad, donde según contaba la leyenda, el bufón Florian había visto por primera vez a Jonquil mientras se bañaba con sus hermanas, estaba tan lleno de cadáveres putrefactos que el agua se había convertido en un engrudo color verde grisáceo.

«Seis doncellas había en la poza cristalina...» —entonó Jaime al echarle un vistazo.

—¿Ahora qué haces? —preguntó Brienne.

—Estoy cantando «La poza de las seis doncellas». Seguro que la conocen. Y eran doncellas bonitas como Sara y tímidas como Brienne.

—Cállate —ordenó Brienne con una mirada que daba a entender que le encantaría dejarlo flotando en el estanque con los cadáveres.

𝐖𝐎𝐋𝐕𝐄𝐍 𝐒𝐓𝐎𝐑𝐌 || 𝐆𝐎𝐓Where stories live. Discover now