Por unos momentos se sintió etérea, ligera y liberada; aquellos horribles gritos se esfumaron y fueron reemplazados por el sonido del aire chocando contra sus oídos, el campamento y el caos desaparecieron de su vista volviéndose una mancha borrosa que después se convirtió en oscuridad. Sintió que el frío la envolvía cuando su cuerpo tocó el agua e instintivamente comenzó a dar brazadas para alcanzar la superficie, cuando por fin lo logró, tomó aire con desesperación por unos instantes y la corriente volvió a sumergirla en el agua que rugía como una furiosa bestia dispuesta a devorarla.
Luchó por un rato contra el río para ponerse a flote, pero «¿y para qué?» se preguntó ella. Era inútil, había perdido toda la fuerza y todo aquello que la hacía tener un propósito. Sintió un fuerte tirón en el estómago y ganas de gritar, pero no podía. Todo había pasado tan de prisa y las imágenes volvieron a su mente «Robb». Sara dejó de mover los brazos y la corriente la arrastró hasta que sintió como algo la sujetaba del jubón para evitar que se hundiera, después un fuerte golpe en la cabeza la hizo perder el conocimiento.
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«Estoy...muerta». Sin embargo, sintió ganas de toser, cosa que le resultó extraña.
Siempre se había imaginado que cuando muriera formaría parte del bosque de dioses, ese lugar que le daba tanta paz. Pero, ahora tenía frío, mucho frío.