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P A R T E I
Cada día parecía ser peor que el anterior. Todo comenzó cuando cuatro de los guardias de su padre volvieron con los huesos de Dama, la loba de su media hermana Sansa. Los tres huargos del castillo habían empezado a aullar aun antes de que cruzaran el puente levadizo, aquel sonido era triste y desolador. A la sombra del Primer Torreón había un pequeño cementerio donde los antiguos Reyes del Invierno habían enterrado a sus sirvientes más fieles. Allí fue donde enterraron a Dama.
Otro día Robb escribió al Lord Comandante de la Guardia de la Noche para preguntar sobre el tío Benjen, pero el pájaro volvió con la noticia de que seguía desaparecido. Luego llegó un mensaje de Lady Catelyn desde el Nido de Águilas, y tampoco eran buenas noticias, pues había tomado como prisionero a Tyrion Lannister. Ese día asistió a la reunión que Robb había convocado junto con el maestre Luwin, Theon Greyjoy y Hallis Mollen, donde discutieron sobre el contenido de la carta, pues además mencionaba órdenes específicas que su padre le había dado a Robb; debían comenzar a preparar las defensas del norte en caso de que hubiera una guerra. Al final de la reunión Robb escribió y selló mensajes con lacre plateado y el escudo de armas de la Casa Stark, aquellos iban dirigidos a Lord Manderly, Lord Tallhart y Lord Glover; el primero debía fortificar y reparar todas las defensas de puerto blanco y los dos últimos reunirían cada uno a cien arqueros para enviarlos a defender Moat Cailin, la antigua fortaleza que los primeros hombres habían construido en la cima del Cuello.
Pero la peor noticia llegó esa noche. Sara había intentado dormir sin éxito alguno, así que decidió sentarse en el alféizar a dibujar la luna y juego de sombras que producían los torreones del castillo, pero justo cuando estaba agregando los detalles finales el maestre Luwin tocó a su puerta para avisarle que había llegado un mensaje de Desembarco del Rey y su hermano convocó a una reunión de emergencia.
«Alas negras, palabras negras»
Mientras caminaba no podía dejar de pensar en las palabras de la Vieja Tata, ya que en los últimos días todos los cuervos mensajeros que recibían le daban la razón. El pasillo que daba al despacho del Lord se le hizo eterno y tenebroso, de repente la piedra azul que le había dado Jon parecía pesar una tonelada y hacerle presión en el pecho.
Sara y el maestre fueron los últimos en llegar a la habitación. Robb estaba sentado con expresión adusta, tenía el cabello castaño demasiado largo y revuelto, y una barba que le cubría la mandíbula y le hacía aparentar más edad, frente a él estaba un pergamino, el cual no dejaba de observar; había algo en su mirada que le recordó a su padre. Sara tomó el lugar que le habían apartado entre Robb y el maestre.
