29. OATHBRAKER

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La sala de baños de Harrenhal estaba en penumbra y llena de vapor; era una estancia de techo bajo con grandes bañeras de piedra. Cuando llevaron allí a Jaime, se encontró a Brienne y Sara en una de ellas. Estaban extremo a extremo, Sara limpiaba su cabello y Brienne se estaba frotando el brazo casi con rabia.

—No tan fuerte, moza —le gritó—. Te vas a arrancar la piel a tiras.

Brienne soltó el cepillo y se tapó las tetas con unas manos tan grandes como las de Gregor Clegane. Los pequeños botones puntiagudos que tanto empeño ponía en ocultar habrían resultado más naturales en una niña de diez años que en su pecho fuerte y musculoso. Sara cruzó los brazos y se hundió hasta que el agua le llegó hasta el cuello.

—¿Qué haces aquí? —preguntó con brusquedad.

—Lord Bolton se ha empeñado en que cenara con él, pero por desgracia, no ha tenido la consideración de invitar a mis pulgas. —Jaime le dio un tirón al guardia con la mano izquierda—. Ayúdame a quitarme estos harapos apestosos. —Con una mano ni siquiera podía desatarse los calzones. El hombre obedeció; de mala gana, pero obedeció—. Déjanos a solas —dijo Jaime cuando sus ropas estuvieron amontonadas en el húmedo suelo de piedra—. A mi señora de Tarth no le gusta que la gentuza como tú le mire las tetas. —Señaló con el muñón a la mujer de cara chupada que se ocupaba de Brienne y a la otra joven que estaba con Sara—. Tú también. Esperen fuera. Solo hay una puerta, la moza abulta demasiado para escaparse por la chimenea y la bastarda no es tan hábil para si quiera intentarlo.

Tenían el hábito de la obediencia muy arraigado. Las mujeres siguieron al guardia a la salida, con lo que quedaron solos en la sala de baños. Las bañeras tenían capacidad suficiente para seis o siete personas, como correspondía a la costumbre de las Ciudades Libres, de manera que Jaime se metió en la que ya estaba ocupada, despacio y con torpeza. Tenía ambos ojos abiertos, aunque el derecho seguía algo hinchado a pesar de las sanguijuelas de Qyburn. Jaime se sentía como si tuviera cien años, es decir, mucho mejor que cuando habían llegado a Harrenhal.

—Hay más bañeras —dijo Brienne, encogiéndose para apartarse de él. Sara también se alejó mientras lo miraba con recelo.

—Me vale con esta. —Se sumergió con cautela hasta tener la barbilla en el agua, que despedía vapor—. No temas, moza. Te veo los muslos morados y verdosos, y lo que tienes entre ellos no me interesa en lo más mínimo. —Tuvo que apoyar el brazo derecho en el borde, y a que Qyburn le había dicho que no debía mojar los vendajes. Sintió como se le empezaba a aflojar la tensión de las piernas, pero la cabeza le daba vueltas—. Si me desmayo, sáquenme de aquí. Ningún Lannister se ha ahogado jamás en la bañera, y no quiero ser el primero.

𝐖𝐎𝐋𝐕𝐄𝐍 𝐒𝐓𝐎𝐑𝐌 || 𝐆𝐎𝐓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora