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Al día siguiente por la tarde, vadearon el Forca Roja remontando el curso desde Aguasdulces, allí donde el río trazaba una amplia curva y las aguas eran más bajas y fangosas. El cruce estaba guardado por una fuerza mixta de arqueros y hombres armados con picas, todos con el blasón del águila de los Mallister. Al ver los estandartes de Lady Catelyn, salieron de detrás de su empalizada de estacas afiladas, y enviaron a un hombre a la otra orilla para ayudar al grupo a cruzar.
—Despacio y con cuidado, mi señora —advirtió al tiempo que tomaba las riendas de su caballo—. Hemos puesto estacas de hierro bajo el agua, ¿ve?, y entre esas rocas hemos puesto abrojos. En todos los vados igual, lo ha ordenado su hermano.
Entre el Forca Roja y el Piedra Caída, se unieron a un grupo de aldeanos que iba en busca de la seguridad de Aguasdulces. Algunos guiaban animales ante ellos, otros tiraban de carretas... pero todos abrieron paso a la comitiva de Lady Catelyn y la aclamaron con vítores de "¡Tully!" o "¡Stark!". A menos de un kilómetro del castillo atravesaron un gran campamento en el que el estandarte escarlata de los Blackwood ondeaba sobre la tienda del señor. Lucas pidió permiso para quedarse allí y buscar a su padre, Lord Tytos. Los demás siguieron a caballo.
Divisaron un segundo campamento situado a lo largo de la orilla norte del Piedra Caída, con los estandartes conocidos que ondeaban al viento; todo ellos vasallos de los Tully, señores del Tridente, que habían abandonado Riverrun para ir a defender sus tierras poco después de Robb levantara el asedio. Si estaban allí de nuevo solo podía significar que otra batalla se avecinaba.
Al acercarse hasta los muros del castillo vieron unos cadáveres colgados de las almenas. Estaban sujetos por el cuello con nudos corredizos, al final de largas cuerdas, y tenían los rostros hinchados y ennegrecidos. Los cuervos ya se habían ocupado de ellos, pero las capas color escarlata aún se distinguían brillantes sobre los muros de piedra.
—Parece que han ahorcado a unos cuantos Lannister —señaló Hal Mollen.
—Hermoso espectáculo —comentó alegremente Ser Wendel Manderly.
—Por lo visto nuestros amigos han empezado la fiesta sin nosotros — bromeó Perwyn Frey.
Los demás se echaron a reír, todos menos Sara y Brienne, que alzaron la vista para contemplar la hilera de cadáveres sin pestañear. Brienne no sonrió ni dijo nada. Después de contemplar el espectáculo, Lady Catelyn espoleó a su caballo para ponerlo a medio galope. Hal Mollen y Robin Flint la adelantaron al galope, lanzando gritos de saludo a la caseta de la guardia. Sin duda, los guardias de las murallas habían visto sus estandartes hacía ya rato, porque al acercarse se encontraron el rastrillo levantado.
Ser Edmure salió para recibir a su hermana acompañado de tres hombres de los cuales Sara solo conocía el nombre de Robin Ryger, el corpulento y calvo capitán de la guardia de Aguas dulces. Ser Edmure vestía una capa azul y roja sobre una túnica en la que llevaba bordado un pez plateado y su barba decía que no se había afeitado en mucho tiempo, así se parecía a Robb.
