|| 𝐄𝐏𝐈𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄 𝐈𝐈 ||

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«Robb». Lo supo en cuanto oyó el coro de ladridos en las perreras. Su hijo había regresado a Aguasdulces, y con él, Grey Wind. El olor del enorme huargo era lo único que provocaba en los perros aquel frenesí de ladridos y aullidos.

Catelyn abrió los postigos y echó un vistazo hacia el patio, pero no vio más que el desfile de estandartes del lobo huargo de los Stark, sin embargo, estaba segura de que Robb iría a verla. Para el tiempo que había pasado su hijo ya se habría enterado de todo. Se sentó en taburete del tocador a esperar; al fin y al cabo, en eso era experta, sus hombres siempre la habían hecho esperar. «Espera mi regreso gatita» le decía su padre siempre que partía hacia la corte, la feria o la batalla. Y ella aguardaba con paciencia en las almenas de Riverrun, viendo pasar las aguas del Forca Roja y el Piedra Caída.

Brandon Stark también la había hecho esperar «No será mucho tiempo, mi Lady. En cuanto vuelva contraeremos matrimonio». Pero cuando el día llegó fue su hermano Eddard quien estuvo a su lado en el Sept, y no habían pasado ni quince días como matrimonio cuando tuvo que partir a la guerra, dejándola con promesas en los labios y un hijo en el vientre. Y ahora tenía que esperar por Robb, y por su perdón. Pasaron unos minutos que se convirtieron en una eternidad, pero finalmente escuchó girar el pestillo y la gran puerta de secuoya se abrió.

—Dime que no es cierto—dijo Robb cuando entró a sus aposentos en compañía de su guardia.

Su hermano Edmure se negaba a hablar con ella y Ser Desmond Grell, que había fungido como castellano mientras su hermano se encontraba aún lejos, aun se negaba permitirle que recorriera el castillo libremente. Al escuchar la voz de su hijo, Catelyn levantó la cabeza para verlo, vestía una armadura de cuero con chapas y una capa con ribetes de piel cuyo extremo inferior estaba manchada de fago, pues llevaba días lloviendo. Estaba más alto y tenía un aspecto regio y parecía sentirse más cómodo usando la corona, pues la llevaba con todo el orgullo de rey. Robb la observó con sus hermosos ojos azules, ojos que ella le había dado, exigiéndole una respuesta.

—¿Por qué? —urgió él.

—Por las chicas. —respondió con toda la tranquilidad que pudo.

—Me traicionaste —dijo con frialdad. Aquellas palabras le dolieron más que mil dagas clavándose en su corazón.

—Robb...

—No. —interrumpió— Sabías que no lo permitiría, que no entregaría a Jaime Lannister y lo liberaste de todas maneras...

—Bran y Rickon... —dijo con voz temblorosa—Yo tenía cinco hijos. Ahora tengo tres y solo uno es libre.

—Sí, mi señora. —Lord Rickard Karstark avanzó hasta ponerse a un lado de Robb, lucía una cota de malla negra, la barba canosa descuidada, el rostro demacrado y gélido—. Y yo solo tengo un hijo, cuando antes tenía tres. Se ha robado mi venganza.

𝐖𝐎𝐋𝐕𝐄𝐍 𝐒𝐓𝐎𝐑𝐌 || 𝐆𝐎𝐓Where stories live. Discover now