Capítulo II

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William.

Estoy en las catacumbas, tratando de encontrar a una buena esclava, pero comienzo a cansarme, después de Anie nadie se ha sido lo suficiente, tal vez me he estado presionando para lograr encontrar a una y tener las bolas azules por no encontrarla me está volviendo loco.

Debería de darme un descanso, tanto el trabajo y las fundaciones ya no tengo tiempo para hacer lo que me gusta.
Opto por salir del club y me dirijo a mi oficina, son las tres de la tarde y para ser honesto es demasiado temprano para buscar diversión.

-Señor, hay alguien que quiere verlo.-Dice Katerina, mi secretaria.

-Está bien, puede pasar.

Asiento y me acomodo en mi escritorio.
Entra una chica pelirroja, excelente figura, wow.

-Puedes pasar... estaré del otro lado por si necesitan algo.-Dice mientras sale de la habitación la puerta detrás de ella.

La chica se queda ahí parada, no dice nada, me da el tiempo para admirarla, ¿acaso es un ángel?
Logro ver su rostro, ojos verdes, nariz pequeña y respingada, labios gruesos y definidos. ¿Estaría demente si quiero tirarla en el escritorio y hacerla mía?
Maldición, mi pene ya está despierto.

-Buenos días, señor Crane.-Dice con una voz celestial.

Acaso, ¿acaba de decirme señor?, oh no, gemirá tan bien. Estoy tan duro ahora que si me vuelve a decir señor podría correrme en este instante.

-Buenos días, señorita...-Le hago unas señas para que pueda decirme su nombre.

Toma la idea y responde rápidamente.

-Quebec, me llamo Quebec Soria.

-Está bien señorita Soria, ¿en qué la puedo ayudar?-Trato de sonar y ser amable, pero pensar en tenerla debajo mío me está volviendo loco.

Se muerde el labio y sonríe.

-Trabajo para la fundación "niños alegres" y me han enviado para hablar con usted.

-Puede tomar asiento.-Digo antes de continuar y escuchar sus propuestas.

Se acerca a la silla que está frente al escritorio, su falda se levanta un poco y puedo ver el liguero que sostiene sus medias negras. Excelentes piernas.

-Bien, y de qué le gustaría hablar.

-Nuestra función quiere que su empresa sea socio con nosotros.

-¿Porqué yo?-pregunto mientras me inclino sobre el escritorio.

Me mira directamente a los ojos, maldición, quiero cogerla, ya.

-Mire, la función ha dejado de recibir ayuda del gobierno y aún tenemos niños que necesitan más de nuestra ayuda, unos están enfermos, a nadie le interesa adoptar y bueno... Fue mi hogar.-Responde.

Juguetea con sus manos en su regazo, se ve realmente nerviosa.

-Lo lamento.

-¿De verdad?-Me mira atónita.

Asiento y me paro de mi asiento.

-Nadie quiere ver a niños sufriendo.-Me coloco detrás de su silla, huele tan bien, quiero tocarla.

-Me gustaría trabajar para usted.-Dice de repente.

¿Qué?, esta chica me está volviendo loco.

-No creo que lo quiera.-Digo de manera seca y me regreso a mi escritorio.

-Lo quiero, así podría estar al tanto con la fundación y ver cómo trabaja.

-Cariño, créeme... no aguantaría.

-¿Porqué? acaso, ¿se acuesta con sus empleadas?-Dice de manera desafiante.

-No se considere tan especial.-Respondo tratando de mantenerme firme.-Y... si me llegará acostar con mis empleadas estarían detrás de mi.

Se queda callada.
En la oficina se siente la tensión sexual, pasa un rato y no dice nada.

-Bueno, si no tiene nada más que decir, se puede retirar, tengo trabajo que hacer.

-¿Se hará socio?-pregunta de repente.

Habla, Dios, puedo escuchar su respiración agitada y está ruborizada. ¿Se verá tan bien después del sexo?, ¿aguantará que la azote?, ¿dejaría que la someta? No, debo dejar de pensar en eso, ella es una consejera que se preocupa por los demás. Debo respetarla. Pero esos labios, ese cuerpo, tan tierna que se ve. Es una tortura.

-Lo pensaré.-logro decir.

-Espero verlo pronto.

Sonríe y se para de la silla, me dirijo a la puerta y la despido.

Se marcha con una sonrisa. Maldita sea, estoy tan duro que necesito jalarmela para sacarla de mi cabeza.

¿Quién eres Quebec? Necesito saber más de ti.

Oh, Por Dios! (I)Where stories live. Discover now