Capítulo IX

711 31 6
                                    

Quebec.

Estoy acostada en el sillón, son las dos de la tarde y sigo en pijama, después de lo sucedido la noche anterior no me he sentido muy bien.

Nadie me había preguntado sobre mis padres en años, pero hablar de mi madre me rompe, me destroza y la culpa me inunda, en las últimas horas no he dejado de llorar, tomando en cuenta que en una semana se cumplirán cuatro años desde su muerte.

¿Algún día lo podré superar? siendo completamente honesta, no, jamás podría superar la trágica muerte de mi madre.

Escucho que tocan el timbre y mi celular no ha dejado de sonar, de verdad que es persistente. Decido no atender la puerta, seguro es la vecina queriendo venderme tuppers. Después de un rato vuelven a tocar, ahora con más frecuencia.

Aturdida, quito las cobijas y aparto el tazón con galletas que estaba comiendo y me levanto del sillón dirigiéndome a la puerta y la abro.

Maldición. Para mi sorpresa, no es la señora Cole, es Will. No lo quiero aquí, no quiero verlo, necesito deshacerme de él.

Lentamente se acerca a mi, puedo sentir su respiración en mi mejilla, dándome el tiempo necesario para apartarme o dejarlo seguir. No me muevo, de verdad quiero besarlo de nuevo, lo necesito ahora más que nunca. Junta sus labios con los míos, me besa, lenta, dolorosa y dulcemente, tengo que detenerme, no puedo hacerlo.

Me separo de él y con una mano en su pecho puedo sentir su corazón palpitar, está acelerado, acaso ¿corrió hasta aquí?

-Estaba preocupado por ti.-susurra mientras junta su frente con la mía.

-Por favor... vete... déjame en paz...-logro decir con dificultad.

Nos quedamos en silencio por un momento, sintiendo nuestras respiraciones mezclarse.

-Sólo necesito saber si estás bien.-se separa de mi.

-Lo estoy.

-Lamento mucho lo que pasó anoche, ¿podemos hablar?

Lo miro sorprendida, en la vida había conocido a alguien así. Nunca antes alguien se había preocupado por mi de esta manera. Sin más, me hago a un lado para dejarlo entrar a mi departamento, cuando entra, cierro la puerta detrás de él y nos dirijo a la sala, recojo las cosas que están en el piso y trato de mantenerme segura y profesional.

-Te puedo ofrecer agua, café...

-No.-me interrumpe.

Se acerca al sillón y se sienta, lo miro tratando de entender lo que viene a hacer aquí, con su mano me indica que me acerque a él.

Cómo si mi cuerpo reaccionara con sus órdenes, obedezco, me toma de la mano y hace sentarme en sus piernas, trata de acomodarme en su pecho, abrazándome. Acaricia mis brazos y mi espalda, lentamente comienza a arrullarme. Desde un largo tiempo no me había sentido así con nadie, tan querida y sobre todo tan segura en los brazos de un completo desconocido.

-Lamento haberte hecho sentir incómoda, lamento haberte presionado y lamento haberte preguntado sobre tus padres.-dice, coloca su mandíbula en la coronilla de mi cabeza.

Hablar de mi madre me derrumba, aún siento cómo si hubiera sido ayer cuando las cosas se salieron de control, han pasado años, pero, lo siento muy reciente. Mis ojos comienzan a nublarse y las lágrimas no tardan en salir, no por favor, no quiero llorar frente a él, no quiero que me vea débil. Se da cuenta que he comenzado a llorar y  me abraza más fuerte, con su mano, levanta mi cabeza, haciéndome mirarlo a los ojos y limpia mis mejillas.

-Está bien.-susurra.

Coloco mis manos en su nuca, lo acerco a mi y junto mis labios con los suyos. Sin dudarlo, sigue el beso y pone sus manos en mi cadera apretándome contra su cuerpo. Lentamente bajo mis manos a su pecho y comienzo a desabrochar su camisa, deshago el nudo de la corbata y la hago a un lado. No hace nada para impedirlo, al contrario, sube su mano por mi cintura y la mete dentro de mi blusa, subiendo hasta mi pecho izquierdo, le da un ligero apretón haciéndome dar un pequeño brinco de sorpresa.

Oh, Por Dios! (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora